Brasil - un largo camino hacia la independencia..
Enviado por Stella • 10 de Agosto de 2018 • 4.852 Palabras (20 Páginas) • 296 Visitas
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La tercera etapa comenzó con el descubrimiento de oro y diamante en el sur. Este descubrimiento atrajo migración portuguesa hacia Minas Gerais, y desarrolló la economía. También, la cantidad de minas en el sur provocó la transferencia del capital y administración desde Bahía a Rio de Janeiro. Además, las autoridades portuguesas continuaban a encontrar minas en el sur, y por eso se incorporó nuevo territorio español. El comercio de oro y diamante provocó una crisis de alimentos también, porque la industria agrícola no podía apoyar las nuevas habitantes en esa región. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, los depósitos de oro se agotaron, y las exportaciones cayeron rápidamente. La familia Real portuguesa se enfrentaron con resistencia debido a sus restricciones y impuestos con respeto al oro. 'El quinto' fue un impuesto material que se impuso, en que todos los mineros tuvieron dar 20% del oro que habían extraído a la Corona portuguesa. Como consecuencia, habían unas manifestaciones contra el dominio portugués, como el Inconfidência Mineira en 1789.
Tratamiento de la población indígena
Con el apoyo del Rey, Tomé de Sousa trajo el primer grupo de jesuitas para cristianizar la población indígena. Esta meta formó parte de la justificación portuguesa de colonización. Las jesuitas no estaban de acuerdo con la esclavitud de la gente indígena de Brasil, especialmente cuando se había convertido al catolicismo pero debido de la falta del mano de obra, no rechazaron la esclavitud de gente africana. También, no quiero negar que habían esclavas indígenas. Desde el principio de la ocupación en Brasil, la gente indígena fue maltratada y usada para aumentar el mano de obra. Entre 1629 y 1631, en Sao Paulo las misiones jesuitas fueron atacado por los cazadores de esclavos para capturar esclavas indígenas. Como consecuencia, esos ataques terminan con la esclavitud de 70,000 nativos.
Las jesuitas intentaron a aprender la idioma local, y respetar (hasta cierto punto) las costumbres de las indígenas. Esa ayuda las relaciones entre ellos. Sin embargo, su objetivo clave era cristianizar la gente, y como consecuencia, destruyeron muchas de las tradiciones de la gente. Ademas, no podían solucionar todos los problemas entre la gente indígena y los captadores. Por ejemplo, las tensiones aumentan hasta que el Obispo de Brasil, Fernandez Sardinha, fue asesinado y comido por los nativos de Caeté. Sin embargo, los jesuitas ayudaron expulsar los franceses de Brasil. Los sacerdotes Manuel de Nóbrega y José de Anchiega convencieron el pueblo indígena de Tamoio a apoyar los portugueses contra los franceses. En el pasado, la gente tamoio peleaban contra las portugueses y las jesuitas.
A partir del siglo XVII las reducciones jesuíticas tendrán otra meta; controlar, educar y gravar impuestos en los pueblos. Había treinta misiones en Sudamérica, y en el territorio actual de Brasil había siete. Esas misiones fueron situadas en el sudeste de Brasil, y las jesuitas creaban escuelas, hospitales, e iglesias con el mano de obra indígena. Pero, en 1759, Marquês de Pombal expulsó todas las jesuitas de Brasil. Como consecuencia, todo sus edificios y propiedades se convirtió en propiedad del Rey.
PARTE II. El desarrollo del proceso de la independencia
En 1808, las tropas napoleónicas invadieron la península ibérica. Ante los riesgos que suponía la invasión, la monarquía lusa optó por la fuga. Bajo el mando de João VI, la familia real, acompañada por 15.000 nobles y escoltada por navíos ingleses, se trasladó a su principal colonia. Inglaterra había sido fundamental para que Portugal, reino pequeño y escasamente poblado, pudiera mantener su colonia. Esta protección era pagada por Portugal con el oro extraído de Brasil.
Río de Janeiro se transformaba así en la capital del imperio portugués, es decir, a partir de ese momento, la colonia se convirtió en la metrópolis. Portugal pretendía difundir la idea de la aparición de un imperio luso-brasileño en los dos lados del Atlántico. Así, 1808 marcó el inicio del proceso de independencia de Brasil.
El 28 de enero de 1808, João VI decretó el fin de la exclusividad colonial, mediante la divulgación de la carta regia de apertura de los puertos a las naciones amigas. Esta medida benefició principalmente a Inglaterra. El comercio entre Brasil e Inglaterra se cuadruplicó en el transcurso de 1808.
“Dos años después de la apertura de los puertos (…) los británicos reivindicaron privilegios especiales. El Tratado Anglo-Brasileño de 1810 imponía en Brasil aranceles más altos a los portugueses que a los propios británicos, una imposición que discriminaba a la “madre patria” y representaba un severo golpe a las ya frágiles oportunidades de reconciliar a Portugal con Brasil y su nuevo estatus como sede de la monarquía” [Maxwell, 1999].
La dependencia de Gran Bretaña fue totalmente evidente también en Brasil. Como contrapartida por su protección, los británicos impusieron en 1810 los tratados designados con el nombre de su enviado Strangford, mediante los cuales les garantizaban amplia libertad de comercio y aranceles favorables, así como derechos especiales para sus propios ciudadanos, inclusive la libertad de culto, la extraterritorialidad en cuestiones jurídicas y la investidura de jueces propios.[1]
Los tratados también abordaban el problema de la trata de esclavos. Ya desde 1807, cuando la ley inglesa abolió la trata de esclavos, habían presionado a la Corona portuguesa para que siguiera su ejemplo.[3] Ahora podían aumentar la presión y arrancarle el compromiso a Don João de sólo tolerar la importación de esclavos provenientes de las posesiones portuguesas en África.
Más importante, la presión en la cuestión de los esclavos aumentó claramente durante el Congreso de Viena. En 1817, Don João tuvo que aprobar un tratado que le daba a Inglaterra el derecho de controlar los barcos de esclavos también en tiempos de paz. Pero incluso estas medidas, así como los congresos de Aquisgrán (1818) y Verona (1822), en las que las potencias europeas reconocían una vez más la abolición de la trata de esclavos, tampoco tuvieron éxito.
La guerra peninsular contra la ocupación francesa duró hasta 1814. Portugal se encontraba en ruinas, no sólo por la guerra interna sino también por la reducción del comercio colonial. Sin embargo, la Corte no demostraba un gran interés en regresar e institucionalizaba políticas que parecían perjudicar aún más al reino. Siguiendo la recomendación de Charles Maurice de Talleyrand, representante francés en el Congreso de Viena, que
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