Cruzadas educativas

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A finales de 1923 hubo una manifestación “Pro alfabeto” integrada por: profesores honorarios, niños de las escuelas primarias que formaban parte del ejército infantil; estudiantes de escuelas secundarias y universitarias; gremios de obreros que cooperaban con la dirección de campaña contra el analfabetismo; alumnos en trance de alfabetizarse en los centros de la campaña y profesoras que servían a ésta.

Con el corte de presupuesto de la SEP se le asignó 35 millones de pesos y Vasconcelos afirmaba que ese presupuesto no alcanzaba para los gastos.

Desayunos escolares

Roberto Medellin director de educación técnica en el Distrito Federal informó a Vasconcelos que había observado estudiantes con síntomas de extrema desnutrición, al grado de desmayarse en ocasiones. Éste estado les hacía casi imposible atender a las clases. Vasconcelos preocupado por los alumnos convocó al personal de la Universidad y maestros de su jurisdicción para pedir al gobierno que los ayudara; sin embargo el gobierno tenía otras necesidades por atender y pidió al departamento educativo de la nación que donara un porcentaje de su sueldo para este programa.

Roberto Medellin y Elena Torres fueron los dirigentes en la comisión para proyectar y administrar la distribución de los desayunos escolares. Los desayunos consistían de 300 gramos de café con leche. Pero algunas prácticas reprobables comenzaron a ocurrir entre los alumnos, algunos robaban el desayuno de otros debido a que eran muy pobres. Se les comenzó a educar en prácticas higiénicas y buenas maneras. En la Escuela Francisco I. Madero sólo 576 de 700 estudiantes recibían el desayuno.

La distribución de los desayunos escolares beneficiaba académicamente y físicamente a los alumnos pobres. Podían prestar mejor atención a sus estudios, asistían más regularmente a clases y empleaban maneras corteses junto con un grado aceptable de limpieza.