Literatura en México del siglo XIX El periodo fundacional
Enviado por Jerry • 8 de Enero de 2019 • 2.873 Palabras (12 Páginas) • 417 Visitas
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La etapa intermedia, corresponde a la Elaboración de la Republica la cual se deja como escenario de la consolidación del Romanticismo en México con la creación de la Academia Letrán reunida al rededor de José María Lacunza, quien fue maestro de los pasos que seguirían Guillermo Prieto (con su poesía popular y festiva), Andrés Quintana Roo, Manuel Carpio, José Joaquín Pesado, Fernando Calderón y entre otros, Ignacio Ramírez. Este último, nacido en el año 1818, involucrado en la política mexicana conocido por su seudónimo periodístico "Nigromante", destacado como miembro del movimiento liberal, y cercano a Benito Juárez.
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Reconocido por su prosa, Ignacio Ramírez es considerado uno de los artífices de esta subdivisión del siglo XIX en la literatura mexicana, pues se expresa en sus obras un romanticismo ya aplicado a la literatura política, que pretende anunciar el llegar de la Republica pacifica y restaurada en la lógica de progreso necesariamente laica, completamente evidente en el siguiente fragmento:
Así vivía la nobleza; pero la turba, sin contar con otro capital que con su trabajo, no sabía dónde colocarlo; tras las horas consagradas a la devoción y tras de las falanges de días festivos encontraba cerrados los puertos por el sistema prohibitivo, incendiada la viña, el tabaco y la morena por el monopolio, ocupados los primeros puestos por los extraños y la inteligencia recogidas sus alas y palpitando azorada entre las manos de la inquisición. Por eso es que en hombres y mujeres el modelo de la vida era el convento; el fraile y la monja se reproducían en el mundo con sus trajes, sus vicios, sus costumbres y sus preocupaciones. ¿Cómo es que dónde antes se rezaba ahora se piensa? ¿Cómo es que el espectro de la conquista que guardaba nuestros puertos ha permitido la entrada a banderas de todas las naciones y saluda respetuoso a la nuestra? ¿Cómo es que la ciencia, el comercio, la industria, la libertad y la reforma, como el oro inagotable de una Nueva California, se encuentran regados por el suelo, á merced de todas las razas desheredadas? ¿Cuándo, cómo se verificó este prodigio?[6]
El ateísmo de Ramírez logró escandalizar a sus contemporáneos, y aún cuando la Academia a la que pertenecía parecía no tener una normatividad en tanto pensamiento, rápidamente se fue constituyendo como un núcleo de estimulo a la crítica respecto al contexto que se vivía, pero sobre todo el afán común de producir literatura independiente.
Luego de la disgregación de la Academia Letrán, quedaron las suturas que habrían de continuarse tejiendo a partir del aprendizaje apropiado por los últimos alumnos de esta asociación literaria; es así como se da el ensamble con la última etapa dentro del siglo XIX en la literatura el Nacionalismo, pues halló su reafirmación en el Liceo Hidalgo, que derivo de estos aprendizajes personificados en uno de sus principales impulsores, como lo es Francisco Zarco. Los objetivos de esta se revelan explícitamente en la búsqueda por el desarrollo cultural en México, la enseñanza superior frente a los requerimientos del desarrollo y el avance tecnológico, que habrían de reafirmar la tradición e ideología por la literatura en el país, "porque según sea el grado de avance en la literatura, es el grado de avance en la civilización"[7], tal como sostendría Tomás de Cuéllar (integrante de este movimiento) respecto la función de la literatura.
Se vuelve cada vez más evidente la cristalización de la visión que se tiene sobre la cultura, pues esta se vuelve el instrumento civilizador por excelencia, y solo la civilización podría aspirar al progreso.
Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893) como el alumno predilecto de Ignacio Ramírez, y nacido en el seno de una familia indígena, por lo tanto analfabeta (castellano) hasta los 14 años. Intelectual y librepensador, futuro ministro de Porfirio Díaz, y también seguidor de la ideas reformistas de Benito Juárez.
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Como aquel "indígena letrado", que representa en carne propia el anhelo nacionalista de un México independiente que busca reconocerse en una identidad que enaltece vanaglorioso el pasado indígena, el de aquellas ciudades prehispánicas e insólitas y el oculto beber de las crepitantes aguas del romanticismo europeo/occidental que auguran emancipación.
Altamirano empieza a navegar sus letras por los mares del Realismo, corriente que insiste en fotografiar la sociedad con la que está en desacuerdo, y representarla tal cual es, negándose a cualquier desvío subjetivo, interesando entonces las expresiones de la lengua más común. Y es así como lo encontramos desbordado en "El Zarco", que como novela histórica se relata, aun conservando los tintes del costumbrismo.
- Mira, mamá -dijo la joven blanca, dirigiéndose a la señora mayor que cosía sentada en una pequeña silla de paja, algo lejos del banco rústico-, mira a esta tonta, que no acabará de poner sus flores en toda la tarde; ya se lastimó las manos por el empeño de no cortar más que los azahares frescos y que estaban más altos, y ahora no puede ponérselos en la trenzas... Y es que a toda costa quiere casarse, y pronto.[8]
Se ha dicho de este personaje, el apóstol de la cultura mexicana (tal como de Benito Juárez, el de la libertad), en lo personal considero que figuras como esta, dan luz al fraguar de la ideología que hoy legítima el sistema económico social en México, que claro, hay que reconocer que al menos en un principio se camufló con más cautela y menos descaro la parcialidad de las posturas.
A manera de reforzar la ideología ya bien plantada en tierras mexicanas (aún cuando el acceso era en especial para los criollos, y aspiración de los mestizos), Altamirano decía que era necesario escribir novelas, de corte nacionalista, que acentué en los paisajes, las costumbres y la lengua. ya que es el único medio para educar masas[9]. Así es como la novela pasa a convertirse en el género literario predominante en México.
Es importante hacer hincapié en el desprecio textual que se hacía a todo lo acontecido en la época colonial, por obra de "los conquistadores", pues en novelas como "Clemencia" del mismo autor, se "Exaltaba el honor, y repudiaban la traición: el mensaje moralizador"[10]
En el activo quehacer literario que pretendía la máxima interacción con el lector que caracterizo a la época; fijo a la crónica y al ensayo publicados en los periódicos como ese medio mediato de comunicación con la sociedad a la que se quería llegar, y a su vez
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