Memorias hegemónicas contadas desde la subalternidad
Enviado por Albert • 13 de Enero de 2019 • 9.668 Palabras (39 Páginas) • 383 Visitas
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En este artículo me concentro en la forma en que Yánez Cossío enfrenta los conceptos de memoria e historia para desmitificar las nociones de las conquistas. Así, la autora pone en entredicho tanto las construcciones institucionalizadas de las memorias de la expansión del imperio inca como las construcciones institucionalizadas de la historia de la conquista española. Con esto Yánez Cossío deshomogeniza la memoria andina para dar relevancia a la de los otros pueblos de la región que fueron conquistados por los incas y que habían quedado marginados de la memoria oficial. Al examinar las formas en las que se construye y se transmite la memoria/historia, tomo en cuenta la apropiación de los sujetos subalternos femeninos del acto de contar para refutar y desafiar estos modelos de construcción. Además, demuestro cómo el acto de contar en la novela sirve a varios propósitos; uno de ellos es el de ser una táctica
de sobrevivencia, es decir, contribuye a escapar de la dominación sin salir de ella, parafraseando a de Certeau (The Practice xiii).6 El acto de contar también pone de relieve los diferentes grados de subalternidad y de construcciones de la otredad desde la mirada del forastero, ya sea esta la exiliada Ninacuri o el conquistador español Betanzos.7
Memorias no es la primera novela histórica de Yánez Cossío, quien se ha dedicado a rescatar la vida de otras mujeres en obras como Y amarle pude (2000) y Aprendiendo a morir (1997). Hacia finales de los años 80, Michael Handelsman celebraba la proliferación de estudios sobre mujeres latinoamericanas en la literatura; no obstante, el crítico también reclamaba la ausencia de narradoras ecuatorianas de estos estudios (Handelsman
893). Casi tres décadas más tarde, la situación no parece haber variado tanto. Hay que reconocer, eso sí, que como una de las escritoras ecuatorianas más importantes, la obra de Yánez Cossío ha sido incluida en varias antologías tanto de narradoras ecuatorianas como latinoamericanas y, hasta la fecha, al menos tres de sus novelas están traducidas al inglés.8
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Sin embargo, y a pesar de todo el reconocimiento del que goza, son contados los estudios sobre sus obras, la mayoría de los cuales se enfocan principalmente en la realidad social ecuatoriana, así como en la presencia femenina y su papel en la sociedad (Handelsman, Gerdes, Angulo, Saine, Carullo y Gladhart, entre otros). De ahí que este artículo, en el que también el papel de la mujer es central, trasciende las temáticas sociales locales y ubica a Memorias en el eje del debate de los estudios coloniales y postcoloniales de las últimas décadas.
La colonia como objeto de reflexión se vuelve relevante en la época contemporánea debido a sus legados y más que nada a sus reproducciones en el mundo actual en cuanto estas reproducciones tienen que ver con relaciones de poder y/o relaciones de género, para mencionar solo las categorías más globalizadoras. Por otra parte, ficcionalizar sobre el pasado se ha convertido en una forma de desmontar ciertos mitos y construcciones históricas que han incidido en la identidad de las naciones. Rolena Adorno, al plantearse el interés de los intelectuales en revisitar el período colonial, dice que este “va mucho más allá de la especulación erudita o la ficción. Como este fenómeno aparece en diversos ámbitos y registros, podríamos decir que existe una verdadera pasión por lo colonial porque presenta un paradigma desde el cual postular todas las variantes del colonialismo (interior, exterior, neo- y post-) que existen hoy en día” (15). La historia llevada a la ficción, no obstante, no ofrece una gran novedad, ya que esta fusión en la literatura latinoamericana viene desde el siglo XIX. Lo que sí ha cambiado es la inclinación de la balanza en el peso que adquieren la realidad y la ficción.
Mientras que en el siglo XIX y buena parte del XX la literatura contribuía a legitimar las historias oficiales de la nación, en la era posmoderna y especialmente a partir de la década de los 90, la novela histórica adquiere otras dimensiones y se distingue de la tradicional precisamente por el rompimiento con la objetividad.9 En la novela histórica latinoamericana posmoderna, como expresa Juan José Barrientos, “la frontera entre realidad y ficción no se disimula, se marca, se pone de relieve, se hace lo más llamativa posible, contradiciendo la historia documentada y convirtiendo el anacronismo en otro recurso literario, así como integrando lo histórico y lo fantástico” (19). De esta forma, el discurso histórico, cuyo pilar fundamental tradicionalmente ha sido la verdad, se enfrenta al discurso ficcional que en cambio ha tenido como base lo real, siguiendo las definiciones de Hayden White (147).10 Abrir la posibilidad a lo real, entonces, conlleva una reevaluación del discurso histórico.
A pesar de las diferencias entre la novela histórica tradicional y la posmoderna antes mencionadas, los estudios que se enfocan en las características de la última critican especialmente el tipo de personaje
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protagonista. Kimberle López, por ejemplo, sugiere que “[m]ost retain the traditional historical novel’s emphasis on the ‘great men’ of history, although their tale is often told from the point of view of fictional marginal characters” (2). Entonces el hecho de que en este tipo de narrativa se ponga el énfasis en el conquistador europeo nos lleva de regreso a las primeras narrativas del encuentro en las que se anula la visión del otro en favor de una narrativa que privilegia la raza y el género sexual (López 2). La ausencia del protagonismo femenino en este tipo de narrativas es una de las consecuencias de la marginalización de la mujer de la historia oficial. Por eso, una de las novedades más gratas de las últimas décadas ha sido la recuperación de figuras coloniales femeninas; un rescate que ha comenzado por disciplinas como la historia y que poco a poco se está extendiendo también a la literatura. En la región andina la labor importante de la historiadora María Rostworowski, por ejemplo, ha contribuido a rescatar las vidas de las mujeres tanto indígenas como mestizas y españolas que tuvieron un papel preponderante en las primeras décadas de colonización.11
En su obra Doña Francisca Pizarro. Una ilustre mestiza 1534-1598 (1989), Rostworowski reconstruye la vida de la hija mestiza del conquistador Francisco Pizarro y aprovecha los acontecimientos que la rodearon para resaltar el protagonismo de las mujeres nobles nativas que se relacionaron con este.
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