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Reseña de El castigo Corporal en el aula

Enviado por   •  25 de Diciembre de 2018  •  3.396 Palabras (14 Páginas)  •  242 Visitas

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En la Edad Media

A mediados de la Edad Media nos encontramos dos sistemas de origen de aplicación del castigo: Iglesia y gobierno; que, aunque operaban de forma apartada, dependían en muchos aspectos uno del otro. El sistema eclesiástico aplicaba sus propios castigos, y por otra parte, el secular aplicaba los suyos. Este último estaba basado en el sistema feudal, en las contiendas violentas entre nobles rivales. Para ello se estableció una compensación como medio para evitar contiendas sangrientas. Sin embargo, esta compensación no estaba ni mucho menos equilibrada, ya que se diferenciaba entre el nivel adquisitivo del individuo: la gente adinerada recibía como castigo multas o indemnizaciones, además tenía el beneficio del clero, mientras que las clases bajas recibían castigo corporal.

“La crueldad y la dureza de la Edad Media, que ya hemos mencionado, se manifiestan también en la educación de los niños, lograda por medio de continuos castigos corporales. Es cierto que, por lo menos hasta fines de la Edad Media, casi todo lo que las fuentes nos dicen en detalle de esto, figura en manifestaciones dirigidas precisamente en contra de estos abusos, como el conocido verso de Walter von de Vegelweide: >”[7] A la vez este mismo autor nos revela en reseña donde consta la actitud agreste desde el poder eclesiástico sobre los alumnos “…un ejemplo es aquella confesión en que un Fraile llamado Osloh nos habla de sus remordimientos de conciencia por haber reprendido con demasiada dureza a un alumno. Pero el hecho de que las fuentes hablen con insistencia de escolares que, como venganza en contra de los malos tratos recibidos en las escuelas conventuales o para sustraerse de ellos incendiaban los conventos, indica elocuentemente cual era el tipo de educación que allí se brindaba”

En tiempos de la Reforma y la Contrarreforma

Ya en la época de la Reforma existieron tiempos de grandes cambios y de grandes tiranteces. Se originó un gran interés por la razón y el método científico, situación que hizo que la Iglesia perdiera en parte su papel despótico. Comenzó también a surgir un nuevo concepto de la relación del individuo con el gobierno: el gobierno para el pueblo y la importancia de los derechos individuales. Ocurrió un cambio en las actitudes hacia el castigo, de manera que fuera previsible y proporcionado, lo justo y necesario para lograr disuadir. Así como una modificación en la práctica, cambiando el énfasis puesto en el impacto sobre el cuerpo por acertar a la mente, mejorando las condiciones de las cárceles y separando a los distintos tipos de prisioneros. Algunas reformas sustanciales emergieron como la eliminación de la tortura y de las acusaciones secretas o encubiertas, se practica el derecho a un proceso rápido, la oportunidad de ofrecer pruebas en nombre de uno mismo y el que sólo la asamblea pudiera decidir el castigo, no el juez.

Cuando el grito al unísono era “Renovación y Reforma” en la iglesia del 1500, dos caminos dividieron a hombres encontrados por la necesaria idea de innovar. Básicamente dos grupos de reformadores o renovadores de los cánones eclesiásticos vigentes, los que para respaldar la reforma terminaron por separarse de la Iglesia dando lugar a la llamada reforma de Martín Lutero, Zuinglio, Calvino y Enrique VIII y frente a ella la de aquellos otros que llevaron a cabo tal reforma partiendo de su permanencia en la Iglesia, como el caso del sacerdote Juan de Avila que desde 1946 es Santo Patrono del clero español. Traído al presente trabajo por su innegable legado en la educación hispana.

“El segundo memorial consiste, asimismo, en unas advertencias al concilio en su tercera convocatoria. Después de una profunda reflexión acerca de las causas de las herejías, hace un llamamiento urgente a la renovación cristiana. Esta será realidad en la medida en que el pueblo, encabezado por la jerarquía, despierte de su letargo y, con espíritu de penitencia y de conversión, emprenda una vida virtuosa. Para ello es imprescindible educar, formar a los ministros de la iglesia y a los fieles, empanzando por los niños. La catequesis, extendida a todas las capas sociales y a todas las edades, especialmente a la infancia, y los colegios sacerdotales son los dos instrumentos que Juan de Ávila propone, en síntesis, como arranque de la reforma.”[8]

Adentrados en la historia de la educación y rondando los años posteriores al 1500 es imprescindible considerar los aportes pedagógicos que continuaron a la Reforma hasta llegar a la pedagogía crítica, pero desestimar el aporte de la Reforma y Lutero, al pensamiento sobre la educación en el siglo XVI podría convertirse en la perdida de un eslabón muy importante para comprender el desarrollo de la historia en esta ciencia, y perdernos asociar similitudes y sorpresas, especialmente cuando nos referimos a la injerencia de la iglesia en el ámbito educativo.

Es así que cuando se habla de epistemología de la pedagogía se hace necesario recordar algunos hombres que han marcado la historia de la educación, como es el caso de Martín Lutero, un escritor asiduo, que logró gran alcance gracias a la imprenta alemana. Lutero se dio cuenta del poder de la comunicación y de la enseñanza, y adelantándose a su tiempo hizo las recomendaciones para que la educación se convirtiera en una fuente del saber y la igualdad entre los ciudadanos.

Propulsó, en su país, la creación de escuelas y universidades en las que se impartieron las tendencias pedagógicas luteranas.

Aunque las reformas de Lutero y el nuevo modo de concebir la educación por el movimiento humanista no fueron suficientes para abolir algunas prácticas pedagógicas que seguían apostando por el aprendizaje a fuerza de la reiteración y del castigo físico y moral. Desde aquellos años varios eruditos promulgaban al “amor” como herramienta de motivación por sobre la “ley” y el “mandato” a la hora de aprender.

José de Calasanz, sacerdote y pedagogo, luego santificado en España. Conocido por ser el fundador de la primera escuela cristiana popular de Europa. Fue el pionero de la educación colectiva, ofreciendo la posibilidad de acceso a todo aquel que deseara instruirse. Logró establecer normas de convivencia con el afán de evitar que se manifestaran las desigualdades socioculturales en el espacio de aprendizaje, como así también discordias entre los alumnos.

Calasanz no permitía que los alumnos ingresaran a la escuela con armas ni elementos con aristas pronunciadas. No toleraba riñas, malos modales, insultos o palabras indecorosas, como tampoco escribir sobre paredes, bancos

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