LA CONFORMACIÓN DE LA IDENTIDAD

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Es decir, muchas son las cosas que nos pasan, muchas son las cosas que decidimos que nos pasen; muchos son nuestros sentimientos, pensamientos y emociones, y la identidad es la selección, consciente (o inconsciente también), de lo que decidimos conservar de todo ello.

Como adecuado es pensar que somos seres “inacabados”, la raíz etimológica de la palabra “persona” también lo es. Persona proviene del latín persōna, y éste probablemente del etrusco phersu que significa “máscara”[4]. Ello, no en el sentido en que Octavio Paz la concibe como una particularidad del mexicano quien la usa (la máscara) para esconderse de sí y de los demás y, de este modo, no enfrentar su realidad[5]; sino más a la manera del sociólogo Erving Goffman quien afirma que nuestras máscaras son nuestro “yo” más verdadero[6].

Nuestra identidad, además de un proceso, en lo cotidiano se presenta a través de máscaras, a decir de Goffman. Éstas no nos esconden, son nosotros mismos. Ante el inexorable “quién soy”, hay una parte inamovible y otra que no lo es; la última son nuestras máscaras, esos diversos rostros que portamos según la(s) persona(s) con quien(es) interactuamos a diario y el escenario en que se dan esos encuentros: la escuela, la casa, la calle, el antro, el trabajo. Dicho de otro modo, siempre en presencia del otro surgirá un “yo” diferente de los muchos que somos pues no existe, propiamente, el sujeto sin la existencia de los demás.

“¿Quién soy?” Nos preguntamos cuando frente al espejo no reconocemos a nadie o nuestra imagen, con temor, se desdibuja. Si no encontramos a nadie con definidas facciones, ello puede representar un nuevo comienzo de los muchos que quizá tendremos en la vida como parte de la riqueza que representa ser una persona.

Esta práctica de autorreflexión nos hará hacer frente al estatismo o la enajenación que se promueve en nuestros entornos de muy diversas maneras. Todas las veces que lo requiramos, volvamos los ojos hacia nosotros, no sólo como un ejercicio de re-conocimiento sino también de libertad, de emancipación frente al mundo. Llegar a nosotros, topar con un “soy” siempre igual y siempre diferente, nos permitirá escribir una historia personal rica y honesta, porque hemos tenido el atrevimiento en esas noches, en esos momentos de duda y desazón, de convertir las incertezas en una nueva posibilidad de nuestro ser y en un nuevo camino.

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