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En el año 2004 trabaje como maestra recuperadora en una escuela común del distrito 8º

Enviado por   •  29 de Diciembre de 2018  •  1.512 Palabras (7 Páginas)  •  319 Visitas

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“Siéntense ya”, “no se puede sin silencio”, “silencio, ya”, “se quedan quietos, sino es imposible estudiar”, “en orden, en fila, no jueguen de manos”. Cientos de expresiones pronunciadas por los docentes en el quehacer cotidiano. Cuántas contradicciones sentimos en nuestros cuerpos-docentes, que tanto saben de nuevas pedagogías, escritos sobre diversidad y mucho más. La violencia simbólica institucionalizada rige nuestros cuerpos, nuestras acciones. Acuerdos implícitos que bañan la vida escolar, los patios, las fiestas, ceremonias y aulas. Un orden regulador de cuerpos que limita las acciones de los sujetos, naturalizadas como objetivos escolares. La maestra corrige el cuerpo desordenado del niño que está creciendo, actúa como tutor, para controlar el movimiento “incorrecto”. Disciplinar el cuerpo de los niños para acostumbrarlos a un orden normalizador. El cuerpo aparece afectado por las prácticas escolares, pero la escuela se ocupa de los aprendizajes intelectuales y “el cuerpo presente y vivo de los alumnos y alumnas queda fuera de consideración”[5]

Nuestros cuerpos sienten y sufren los mandatos, entran en crisis y a veces pueden hablar con las enfermedades y quizás nos damos algún permiso de vez en cuando para actuar con coherencia.

Barbarie-civilización, cuerpo-mente, sentimientos-inteligencia, el dualismo occidental está presente en las aulas. El bien representado por el saber, el conocimiento y las ciencias; y el mal, lo colectivo, las creencias, lo ignorante , la torpeza del cuerpo.

Seguimos maestros y alumnos atrapados en la Caverna, ya perfeccionada en la escuela moderna, encadenados, aunque más sutilmente. Como sombras que se mueven, y no cuerpos con movimiento, vivos. Damos grandes explicaciones sobre la importancia de poner en juego el cuerpo, los intereses propios a las etapas de crecimiento, el deseo de aprender, el sentido del aprender, la necesidad de movilizar al niño para aprender. Pero seguimos estructurados y estructurando los espacios a favor del aprendizaje, tratando de mantener ese orden, y al menor movimiento, ruido, desorden nuestra visión gira para la corrección. No podemos decir que nada ha cambiado, el cuerpo ocupa otro lugar en la posmodernidad,

Aún hoy exigimos el control de los cuerpos en un espacio en el que cada uno ocupa un lugar, el que se le ha asignado, un sitio. El obrero en su taller, el alumno en su pupitre o banco, el maestro en su escritorio, sigue fascinándonos la simetría , y la organización de la modernidad. La racionalidad y su eficacia son valores máximos. Nos olvidamos como decía Foulcault que somos “piedras vivas”.

Pero quizás haya posible otro mundo, otras escuelas, con gente rara que no hace lo que se espera de ella, con especies de espacios en los que sería posible aventurarse sin inquietarse demasiado. “ Una escuela en la que uno podría esconderse, replegarse por un momento en sí mismo antes de intentar algo que no era siquiera imaginable intentar”[6]. Una escuela con aulas distintas, maestros distintos y alumnos distintos, en el que cada uno escribiese una historia diferente, extraña y única.

Bibliografía

Foucault, Michel, La Hermeneútica del Sujeto, México, Fondo de Cultura Económica, 2002. Vigilar y castigar,

Le Breton, David, Antropología del cuerpo y Modernidad, Buenos Aires, Nueva Visión, 2002

Fhilippe Meirieu, Frankenstein Educador, apunte de ciclo Cepa “Cuerpo, aprendizaje e infancia.”

Milstein, Diana y Hector Méndes. La escuela en el cuerpo. Miño y Davila Edit. Cap. 5

Philippe Ariès, Georges Duby, Historia de la vida privada. Cap “Los usos de la civilidad”,Jacques Revel. Taurus.

Alliaud, andrea y Duschatsky, L. comp., Maestro, Miño y Dávila

El oficio del maestro, Emilio Tenti Fanfani, UBA.

Gvirtz silvina, comp., Textos para repensar el día a día escolar.

En el tempo del saber no sólo entra el espíritu. Aprendiendo a poner el cuerpo, Aisenstein Angela.

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