Tatuajes, Construcción simbólica del sujeto y estigma social
Enviado por Sara • 7 de Marzo de 2018 • 2.261 Palabras (10 Páginas) • 447 Visitas
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También se le atribuyen funciones, entre algunas de ellas están: ser medio para construir su identidad, ser símbolo de pertenencia a un grupo social y en su necesidad -del portador-, de diferenciarse de los demás, el tatuaje le hace referencia a sus gustos, ya sean: musicales, sexuales, políticos, o bien, a sus ideologías, educación y estilos de vida, mismos que evidencian esa diferenciación.
Por lo tanto el tatuaje tiende a definirse, ya sea por su clasificación, estilos, colorido, etc. tomando en cuenta la necesidad del sujeto y todas aquellas motivaciones que lo llevan a realizarse la inscripción de una marca en el cuerpo.
Se tiene instalado en el imaginario colectivo, que el tatuaje representa, estilos de vida, desfasada y excéntrica, rasgos socialmente atribuidos a los adolescentes y los jóvenes, que la sociedad ha estigmatizado, definiéndolos como personas impulsivas, sin un propósito en la vida, que gustan de excesos, que no acatan reglas, que son inmaduros, etc.; Sin embargo habrá que tomar en cuenta que el portar un tatuaje, no es una práctica exclusiva de esta población, ya que también los adultos la practican, con la finalidad de reafirmar su identidad, gustos, vinculaciones, deseos, etc. Entonces: ¿es en realidad, en la adolescencia y juventud, etapas, donde más se presenta el gusto por los tatuajes?, ¿específicamente el tatuaje, es cómo definiría su identidad y pertenencia a algún grupo social?, ¿sería el tatuaje, esa marca qué lo define diferente?...
El tatuaje, entonces, como marca que define la diferencia, busca la configuración de una nueva identidad a través de las categorías que le dan nombre y que son atribuciones generalmente de nivel social, por ejemplo: “el tatuado”, “la extraña”, “el rayado”, entre otros y que no es solo superficialmente, sino también desde la autocategorización del sujeto: “el guerrero”, “el pensador”, “el guía”, etc. categorías que lo completan imaginariamente. Pero este proceso no podrá estar del todo terminado, hasta que la marca sea inscrita sobre la piel, por lo tanto es aquí, en la realización del deseo, donde el cuerpo y la piel como su envoltura, toman una significación ulterior y se convierten en ese –su- territorio donde el sujeto, satisface el deseo. Freud (1914) explica: “La piel, como órgano que cubre al cuerpo, también funge como zona erógena, a través de la cual, se puede sentir placer” (p.45)
Es entonces cuando ya se puede reconstituir, ese “Yo corporal”, que en la infancia ya se había definido, pero que ahora se necesita volver a consolidar. Vayer (1977) lo explica como un “conjunto de reacciones y acciones del sujeto, que tienen por misión el ajuste y adaptación al mundo exterior” (p.9). Pero esta vez no para conocer sus funciones, sino para identificarse con otro, pues, cuerpo y piel, no solo representan la barrera física que lo determinan diferente, sino también son medio de contacto con todo aquello que lo rodea.
Como complemento, la psique, externa por medio del lenguaje propio del sujeto, quién es, qué intenciones posee, cuáles son sus gustos, cuáles son sus preferencias predominantes, etc. Narrándolo por medio de su propio discurso.
El punto en que convergen lo físico y lo psíquico, consiste en la marca que se plasma en la piel y la simbología que representa; aquí ambos cumplen una función, la de expresar algo.
Desde esta perspectiva podemos inferir que el hombre siempre ha hecho uso de todo aquello con lo que puede pintar, colgar, adherir, imprimir, etc. algo en su cuerpo, para portarlo, presentarse y comunicar, al mundo, a modo de proyectar simbólicamente su identidad, justo aquí podemos colocar la tendencia moderna del tatuaje.
Por ser una representación simbólica, gráfica y discursiva, contiene dentro de sí, un significado directo, lo que se ve impreso en el cuerpo y una representación muy subjetiva, interpretativa o indirecta, ésta correspondiente a la infinidad de simbologías que posee el sujeto mismo, que él crea e imprime en su piel. Materiales similares hay en el sueño y la imaginación, donde se presentan imágenes a las que se les da una interpretación, dado el contexto y/o situaciones en las que el sujeto se ve envuelto. Jung (ed. 1995) afirma: “Cuando se desea investigar la facultad del hombre para crear símbolos, los sueños resultan el material más básico y accesible para este fin” (p.12).
De esta manera el tatuaje en su inscripción corporal y representación mental tiene una razón de ser, que se anuda a la interpretación que el otro le dé, desde la perspectiva de la mirada, de ser observado, se nos remite a formular algunos cuestionamientos al respecto, ¿Qué pretende el tatuado al mostrarse frente al otro? Ya Foos nos explica que el tatuaje embellece, escandaliza, provoca sensaciones de extrañeza y rechazo, pero, ¿se muestra, sí, para que el otro se enamore, se escandalice, se extrañe y lo rechace? o ¿Qué es lo que está pasando con el tatuado?, ¿Qué nos quiere mostrar?, una de las posibles respuestas sería que, trata de mostrar la diferencia entre las perspectivas, del cuerpo social marcado, al cuerpo individual tatuado. Por lo tanto lo que intenta hacernos ver, está íntimamente relacionado con lo que lleva impreso en el cuerpo. Buscando hacer valer su ideología, intenta desmitificar el estigma social instalado en el imaginario colectivo, al respecto del tatuaje y su portador.
Entonces podemos decir que para algunos sujetos tatuarse hará de su cuerpo, que él –el tatuado- considera desconocido, aun no perteneciente y no identificable -donde aparece la falta, como vacío que debe ser llenado-, una piel ilustrada, que lo ayuda en su proceso de identificarse con otros, que lo ayuda a adherirse a un grupo social.
Así el tatuaje, pasa a ser, una marca de aquello que se vuelve imposible de poner en palabras, de aquello que no puede elaborarse desde el discurso, por tanto, es un símbolo determinante.
El sujeto simboliza no solo el deseo por tatuarse, anudado a la necesidad de ser mirado por el otro y al mismo tiempo, ser identificado como otro; también le da un significado al proceso intermedio existente, donde expone su piel, en tanto zona erógena y entonces, durante el proceso de tatuar, el dolor le puede producir un placer.
El tatuador, en este proceso, por su parte, parece sentir también un placer, al infringir dolor, entonces a partir de este momento, nace una relación que pudiera tender en actitudes perversas, sádicas y/o masoquistas.
Relación que también es significativa, para el tatuado, puesto que le hace referencia a todas sus vivencias pasadas y las vuelve parte de sus experiencias nuevas, enganchándolo
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