Documento temas teológicos del Nuevo Testamento .

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“El Espíritu Santo, su deidad. Una afirmación directa de la deidad se encuentra en el bien conocido pasaje en el capítulo 5, donde Pedro usa a Dios y al Espíritu Santo intercambiablemente (5:3-4). El Espíritu fue enviado por el Hijo resucitado (2:33), aunque el lector de Hechos esté particularmente consciente de la obra del Espíritu, siempre es, como es de esperarse, la obra de procurar la gloria de Cristo y no la de Sí mismo. Estas son las obras del Cristo resucitado a través del Espíritu Santo actuando en los hombres”.[4]

La historia de Hechos se presenta desde el punto de vista teológico, interpretando el proceder de Dios en un acontecimiento concreto o con una determinada persona como la presencia del Espíritu Santo. El Espíritu otorgó la fuerza a Jesús y permitió que la Iglesia continuase lo que Jesús había comenzado a hacer y a predicar. Dentro de cada uno de los discípulos, el Espíritu generó las cualidades adecuadas para esa vida y dispuso a la persona para trabajar en aras del bien de la comunidad. Pablo también claramente demuestra la importancia fundamental del Espíritu Santo en sus epístolas.

Las Epístolas Paulinas y Universales dan la interpretación de la persona y obra de Cristo, y aplican la verdad del evangelio a los creyentes, permitiéndole al creyente tener instrucciones doctrinales claras, podríamos decir que se enfocan en una teología práctica como fuente de supervivencia para el cristiano. Por ejemplo el énfasis principal de la Epístola de Santiago está dedicado a la exposición del aspecto de la salvación como una vida cristiana práctica y enérgica.

El sacerdocio de Cristo es la doctrina central de hebreos. La Cristología está subordinada porque es una preparación a la doctrina mencionada. La doctrina de la vida cristiana es un resultado de la obra del sacerdote al conducir a los creyentes a la relación del mejor pacto.[5]

Hebreos es un texto donde se analiza la preeminencia de Cristo, su deidad y su sacerdocio divino, y nos provee verdades espirituales profundas, está dedicado a describir el sistema cultico y la institución sacerdotal de Israel, a señalar sus limitaciones y su caducidad y a contraponerles la persona de Jesucristo, quien por su muerte y resurrección quita de en medio el pecado, y solamente en ella, el sacerdocio levítico, las ofrendas y sacrificios rituales prescritos por la ley mosaica alcanzan la plenitud de su sentido.

Los escritos apocalípticos aparecen en todo el Nuevo Testamento, pero su uso es predominante en el libro de Apocalipsis, esta literatura es muy visionaria, simbólica, un poco difícil de entender pero esperanzadora de lo invisible que está más allá de lo material y de la victoria que está más allá de la historia. Las visiones del fin del mundo se caracterizan por la retribución y la recompensa a los justos. La esperanza escatológica con frecuencia insiste por todo el Nuevo Testamento, ya sea en el sentido de la promesa o de esperanza, pero la literatura apocalíptica o los escritos de Juan son más explícitos en este tema.

“El desarrollo progresivo y diversificado no significa desacuerdo doctrinal. En cualquier parte del progreso histórico condicionado de la revelación se hace manifiesto una unidad muy alta, así que no solamente en los conceptos fundamentales, sino también en la presentación de los temas principales”[6].

El enfoque del Nuevo Testamento se encuentra en la sólida enseñanza cristiana, así como la práctica resultante que debe seguir a la enseñanza. Este conglomerado de libros, nos permiten entender con mayor claridad la misión salvífica de Jesús el hijo de Dios cuya característica principal es restablecer una nueva relación de confianza con Dios Padre, un nuevo modo de orar y la necesidad de un nuevo vínculo con los demás hombres.

Bibliografía

Ryrie, Charles. Teología bíblica del Nuevo Testamento, Michigan, Chicago (Editorial Portavoz, 1999)

Thielman, Frank. Teología del Nuevo Testamento, Miami, Florida (Editorial Vida, 2006)

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