El trabajo intelectual en la Universidad

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Cada estudiante tendrá su hábito de realización de actividades, y tratará de entrar en el desafío del juego académico, buscando sus preguntas, términos, autores, conceptos desconocidos, hará una interpretación del mismo, pero con un objetivo preciso; lograr superarse y crecer intelectualmente. Cabe aclarar que no solo los estudiantes se involucran en este juego, sino que también la sociedad, los profesionales y las diferentes ciencias lo hacen.

Para lograr esta meta, tendrán que llevar a cabo las prácticas planteadas por el trabajo intelectual; la escritura, el dialogo y la crítica.

Manifiesta Töpf (2002):

Pero sucede también que toda comunidad instituye espacios expresamente destinados a la transmisión de conocimientos. Aquellos que son necesarios para la perduración de la comunidad como tal. Son las múltiples y disimiles formas de enseñanza sistemática […] En estos espacios ¿Los procesos del conocer, del pensar y del aprender, son allí esencialmente diferentes? No. Allí también nos encontramos con un entramado psíquico de hábitos, ideas previas, valores, represiones, afectos y circunstancias […] Y así vamos aprendiendo de la palabra del otro y de los textos que guardan la palabra.

Se enfatiza la importancia de la forma en que el dialogo ya sea con sí mismo, otra persona o con el texto cambia la perspectiva o la forma de percibir el texto por parte de cada lector en concreto, además de convertirlo en un sujeto crítico y reflexivo. Aquí, se plantean diversas formas de aprender, de conseguir ideas propias, pero lo más complejo a la hora de realizarlo es poner a prueba y plantear como duda lo que se conoce o entiende como verdadero. A causa de que cada estudiante un conjunto de saberes previos considerados correctos o válidos, y tal vez no lo sean. Llegan a la etapa universitaria con un “formato” de memorización de las cosas y no de interpretación, crítica o reflexión. Un formato donde las preguntas ya tienen respuestas, donde no cabe una curiosidad, un pensamiento diferente, un cuestionamiento de nada.

Según Freire (1986) lo que sucede durante la transición de los niveles primario y secundario es la “castración de la curiosidad”. Considera además que lo que se pretende autoritariamente con el silencio impuesto por los educadores, es ahogar en el estudiante la capacidad de indagar. Insiste en que para conocer es necesario preguntar.

Plantea también la burocratización de las preguntas. Una constante negación de querer desarrollar conocimientos nuevos, una imposición de respuesta establecida, de las cuales no se puede tener duda. Surge entonces un interrogante ¿Por qué se enseña a responder y no a preguntar? El trabajo intelectual aparece para reacomodar la situación, crea un ambiente donde la palabra, la acción y la reflexión son una instancia ideal, lograr que se genere un pensamiento como letrado donde cada uno sostiene ideas, valores, que se desarrollan en un contexto y un entorno directo, situación histórica y social determinada.

Según Bachelard (1981) “Los conocimientos previos pueden obturar el ingreso y comprensión de conocimientos nuevos, con independencia de su mayor o menor complejidad […] llamó a este fenómeno “obstáculo epistemofílico””

El trabajo intelectual buscará siempre la manera de dignificar, de enseñar, de mejorar, de superar metas y objetivos planteados previamente, contribuye a ser quien se quiere ser. Se refiere a una búsqueda constante y activa de un pensamiento siempre en movimiento, envuelto por la duda, la curiosidad, estimulado por un provecho un beneficio, proyectado por una pregunta. Es este el continuo y siempre progresivo proceso de aprendizaje, nunca aislado, colmado de ayer, de hoy, de aquí y ahora.

Bibliografía

- Töpf, José: “Prologo”. En BRITOS, P.; BAUDINO, S. y UGALDE, M.: Método y juego. Experiencias del trabajo intelectual. FCE-UNER, Paraná, Marzo 2002. Págs. 7/20.

- Freire, Paulo Hacia una pedagogía de la pregunta. Conversaciones con Antonio Faúndez, La Aurora, Bs. As. 1986 – p. 53 y ss.

- Bachelard, Gastón La formación del espíritu científico. Siglo XXI, Buenos Aires, I 972.