En qué medida considera que son importantes las herramientas informáticas en su proceso de aprendizaje
Enviado por mondoro • 30 de Marzo de 2018 • 3.256 Palabras (14 Páginas) • 564 Visitas
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“La humanidad –agrega Ravagli– ha estado sujeta a representaciones de castas o linajes durante siglos, y la idea de la superioridad heredada tiene unos fundamentos culturales previos a la idea de ciudadanía y de igualdad ante la ley, que perviven en el subconsciente colectivo. Incluso los afectados o los no privilegiados también sustentan este sistema. No debería sorprendernos que estas conductas no se borren de un plumazo”.
Y esto es particularmente fuerte en sociedades como la colombiana, donde existen fronteras de segregación de clases muy potentes, apunta el abogado y politólogo Mauricio García Villegas, profesor de la Nacional: “Aquí las clases sociales nunca se encuentran, ni siquiera en el fútbol. Los ricos y los pobres solo se encuentran en situación de subordinación, cuando el rico tiene contratado al pobre para algún servicio, o algo así, pero en situación de ciudadanos nunca están juntos”.
En eso, la educación también juega un papel crucial: “A esta gente se le ha educado desde que nace en el hecho de que son personas importantes o poderosas, y que tienen que adoptar una posición de superioridad: ‘hacerse respetar’, ‘no dejarse’ ”, dice Camilo Herrera, consultor de la firma Raddar, encargada del Estudio Colombiano de Valores.
Es lo que Ravagli llama ‘la soberbia de la elite’, un sentido de honor que exige reaccionar ante cualquier agresión a ese estatus de superioridad, lo que genera mucha conflictividad.
Carlos Alberto Uribe, antropólogo de la Universidad de los Andes, lo califica de “intrusiones de nuestro pasado señorial y patriarcal en el presente”. Y dice: “Los criollos se autoproclamaban ‘blancos’, ‘españoles’ y, en consecuencia, ‘hidalgos’ (esto es, hijos de alguien importante), y creían que debían recibir respetos y reverencias especiales de mestizos, negros e indios, que componían el resto de la sociedad. Esos hidalgos son los remotos ancestros de nuestros ‘doctores’, generalmente hombres poseedores del conocimiento, en especial de la ley”.
García Villegas recuerda que “cuanto más arriba se estaba en la escala social, más fueros y libertades se tenían, y más abusos se permitían. Y la independencia, en vez de traer un nuevo contrato social, basado en la igualdad, potenció que un mayor número de gente quisiera tener el poder de desobedecer”.
Y eso sigue pasando hoy, dice Gaviria: “Somos conscientes de que hay una élite que está bastante al margen de las cargas y obligaciones sociales, y todo el mundo quiere insertarse en alguno de esos sectores, justamente para inmunizarse frente a la acción de la justicia o de la policía”.
Es la doctrina del camino fácil, la picaresca, el avivato, el que acorta caminos y utiliza métodos poco convencionales y poco legales para salir adelante con lo que se propone, “y que encima está muy bien visto y siempre ha sido celebrado”, dice el exsenador e investigador social John Sudarsky. Y añade: “Las roscas y los grupos de ayuda son mucho más importantes que los méritos, porque reflejan a gente que ‘la ha sabido hacer’. Esos elementos finalmente le ganan a la ley; nos quedamos en el momento precontractual de toda sociedad moderna”.
Depende del contexto
Sudarsky defiende que esta doctrina del ‘ventajismo’ se sustenta en que “todos lo hacen”.
García Villegas explica que “buena parte de lo que hace que las personas cumplan las normas e incluso se vuelvan altruistas es la reciprocidad: las personas cumplen más las normas cuando ven que los demás las cumplen. Está comprobado, por ejemplo, que la gente paga más impuestos cuando ve que la otra gente los paga, o que respeta una fila cuando el resto lo está haciendo. Un conductor de un carro que en Bogotá incumple todas las normas de tránsito, se va a Miami y de un momento a otro se vuelve el mejor conductor del mundo. Pero es muy difícil ser cumplidor en un ambiente donde se siente que si cumples, sales perdiendo”.
La huella del narcotráfico
Un potenciador importante de esta problemática ha sido el narcotráfico, que creó nuevas élites, pero despreciadas social y políticamente, que se abrieron paso a punta de dinero y de amenazas físicas a quienes cuestionaban su poder. Una situación que puede resumirse en otra frase muy extendida en nuestra sociedad: ‘usted no sabe con quién se está metiendo’.
“Estos nuevos ricos tenían la necesidad de ratificar su estatus socialmente, de ahí su ostentación obsesiva y también las amenazas a aquellos que no los respetaran”, comenta Ravagli.
“La gran y perversa herencia del narcotráfico es la idea de que el dinero es lo que da el estatus social, un estatus indiscutible que puede comprar autoridades, instituciones o personas, y que no tiene límite”, agrega.
La vieja noción del linaje tuvo que empezar a convivir con la de la plata pura y dura. Y eso comenzó a generar comportamientos como el del famoso futbolista Faustino Asprilla, quien hace 22 años desafió públicamente a un periodista con la siguiente frase: “Yo me gano 50 millones de pesos mensuales y usted no se gana nada”.
Un costo alto
La vieja expresión de que ‘la ley es para los de ruana’ demuestra hasta qué punto va la gravedad del problema en Colombia.
El exalcalde de Bogotá AntanasMockus explica que cuando uno ve que las autoridades aplican el mismo criterio para todos “eso ayuda a aceptar más fácilmente el castigo, pero si usted ve unas personas que piensan que como tienen tal apellido (o mucho dinero), no las van a castigar, eso desmoraliza al que sí es castigado. Mi experiencia en la Alcaldía de Bogotá fue muy clara: cuando aplicas los mismos criterios siempre, la gente entiende que la ley es para todos y que a veces tiene que hacer un sacrificio para cumplirla. Una ley que sea aplicada con igual rigor para todos, es una ley legítima”.
Y Samper Pizano añade que es “muy importante que a la gente a la que se le falta el respeto, como a la policía, no importa cuán modestos sean, denuncien. En la medida en que lo hagan, los que creen tener privilegios se cuidarán mucho más de sacarlos a relucir en situaciones adversas”.
Las sanciones sociales son importantes. Y las redes están cumpliendo un nuevo y gran papel en este terreno, pero también se necesita que el Estado se haga sentir y defienda en la práctica los conceptos de igualdad y autoridad.
Un gran ejemplo de cómo deberían ser las cosas es la condena
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