La Posmodernidad Macionis & Plummer
Enviado por Sara • 8 de Diciembre de 2017 • 3.777 Palabras (16 Páginas) • 570 Visitas
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No creo que podemos ser muy optimistas ante el futuro si tenemos en cuenta las características que da la posmodernidad al hombre de nuestro tiempo y de nuestro medio ambiente. “Posmodernidad”, ha escrito un autor español, “es sinónimo de crisis de civilización. Crisis para la cual no se atisba un futuro con esperanza”. En qué consiste la posmodernidad, por qué se habla de ‘adolescentización’, es la reflexión que me propongo ofrecer, como también algunas sugerencias a educadores y padres de familia que quieran construir un futuro mejor para sus propios hijos y educandos.
1. ¿En qué consiste la ’posmodernidad’?
El mismo nombre de ‘posmodernidad’ refleja cierta ambigüedad. Los escritores no han logrado ponerse de acuerdo para definir en que consiste realmente. Lo normal es que se limiten a describirla señalando las características más notables. Un elemento que tipifica a la posmodernidad es la de ser una reacción contra la modernidad.
Esta reacción aparece en muchos aspectos. La modernidad se caracterizó por dar relieve a la razón, a la institución (civil, familiar), por subrayar la autoridad, a veces despótica, por fomentar el esfuerzo y la abnegación, por valorar unilateralmente la inteligencia, lo objetivo, lo fuerte. De ahí que la posmodernidad sobreestime lo débil frente a lo fuerte, la espontaneidad frente a lo establecido, lo relativo frente a lo absoluto, lo frívolo frente a lo serio, etc.
Hay, sobre todo, tres notas que acompañan a la posmodernidad: el individualismo, el hedonismo y el énfasis a la afectividad, como contraposición al acento dado anteriormente a la institución, al rigor y a la severidad de una educación tradicional y a la razón fría y calculadora. La reacción ha generado un ‘reduccionismo’ peligroso: destacar hoy sólo el individuo, solo el placer, solo el sentimiento y el afecto.
El individualismo de nuestra sociedad posmoderna es alarmante. Y lo peor es que lo tolerarnos y lo aceptamos; baste un signo: los niños cuando entran en el autobús en seguida van a buscar un puesto dejando a sus madres en pie cargada de paquetes. ¿Quién enseña hoy el respeto y a consideración por los mayores?
El individualismo lleva al eclipse del ‘otro’ como persona humana. El ‘otro’ cuenta tanto cuanto sirva al interés egoísta, al bien propio del individuo. El altruismo está desapareciendo como virtud eminentemente social. De aquí que aprovecharse del ‘otro’, explotar al 'otro’, se con esta en una actitud corriente de esta sociedad posmoderna. Incluso, se pretende la realización personal a costa e intereses ajenos. Un esposo y padre de familia decía al abandonar el hogar para unirse a otra mujer, "me duele por mis hijos, pero yo quiero real izarme”.
El hedonismo es otra nota típica de esta sociedad, en especial, de las nuevas generaciones jóvenes. Disfrutar al máximo es la consigna del hombre posmoderno. Date la buena vida es el título de una obra de Fernando Savater. El hedonismo es sinónimo, en este contexto, de facilidad, comodidad, diversión y consumismo. Precisamente, un nombre que se suele dar a la generación de hoy es la de generación ‘light’, que significa superficial, leve, ligero. El comercio difunde en nuestro tiempo muchos productos ‘light’: Coca-Cola light, tabaco sin nicotina, azúcar sin glucosa, mantequilla sin grasa, cerveza sin alcohol, alimentos bajos en calorías, etc.
“El joven ‘light’ se parece mucho a los productos de nuestros días: un hombre superficial, sin substancia,’ sin contenidos; un joven incapaz de hacer una opción fundamental que le confiera unidad, sentido y validez a su existencia; un joven incapaz de asumir un compromiso con realidades que trasciendan la propia esfera personal”, escribe Ítalo Gastaldi en la revista Medellín 1997, pp. 615-616. Como estos productos ‘light’, también la sociedad está dando origen a una generación superficial amiga de lo fácil y enemiga del esfuerzo, sin mayores pretensiones, sin ideales ni proyectos.
Para la generación presente lo que dicta la razón, lo que establece la norma cuenta poco o casi nada porque es el sentimiento, el placer, el bienestar individual lo que señala la conducta a seguir. A esto se suma el hecho de que solo el ‘presente’, solo el ‘hoy’ cuenta de verdad. El pasado no interesa porque es cosa de viejos y el anciano no tiene un puesto en la sociedad actual.
El futuro pinta menos aun porque exige esfuerzo, requiere una planeación, me pide pensar. “Los jóvenes parecen no sonar”, escribía L’avvenire, diario italiano, en su edición del 7 de junio del 2000. Un autor español ha afirmado que “la juventud actual ha sustituido la ‘moral de la brújula’ por la ‘moral del radar’”. El joven de hoy ni siquiera quiere pensar, sólo quiere “sentir sensaciones”. En otra época se decía “pienso, luego existo”. Hoy el eslogan de moda reza “digito, luego existo”.
La tercera nota que había anunciado comentar es la afectividad. Lástima que, por razón de una formación dicotomista, entendamos las cosas en forma excluyente: o la razón o el afecto. Pues, ni una ni otra en forma unilateral constituye la genuina realidad humana. El hombre es inteligencia y corazón a la vez. También ahora, como en la época de la modernidad, se operó un reduccionismo, al pretender reducir todo al dictamen de la razón. El sentimiento también cuenta. Esta es la razón por la cual debemos emplear un lenguaje más incluyente que concilie inteligencia y corazón, la verdad y el amor, la exigencia y la benignidad.
Por causa del énfasis dado a la razón y a una educación de tipo racionalista y severa, hoy se afirma que el varón tradicionalmente ha sido un “analfabeto sentimental”. No nos educaron para amar. En este aspecto la posmodernidad ha tenido un acierto al querer recuperar una fibra tan humana como es el sentimiento, el afecto. Infortunadamente lo está contraponiendo a la razón, generando así otro ‘reduccionismo’.
Apareciendo el hombre de hoy como un “analfabeto sentimental”, se comprende que está haciendo el descubrimiento de lo que es el amor auténtico, comenzando por entenderlo só1o como pasión y como sentimiento; aún le falta descubrir que el amor es también compromiso con el ‘otro’. Los problemas no vienen solos: al énfasis del sentimiento y de la pasión se une el individualismo y el hedonismo que ya mencione. Esta suma nos da como resultado una actitud muy concreta del joven de hoy frente a la mujer que se retrata en la expresión frecuente “si me amas como dices, hazme feliz”. Ya adivinamos de que se trata: de “hacer el amor”. Aquí vuelve
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