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TEMA 2. EL PODER POLÍTICO

Enviado por   •  4 de Enero de 2019  •  4.321 Palabras (18 Páginas)  •  239 Visitas

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Por último, cabe plantearse la pregunta de si se puede influir en las decisiones sin ejercer el poder directamente. Esto es algo de lo que Vallés no se ocupa, pero que tiene un particular interés, sobre todo en relación con la concepción posicional del poder que hemos mencionado antes y las ideas que vamos a ver a continuación del ‘poder estructural’. Por ejemplo, pensemos en las ‘empresas’ en países similares al nuestro, con un sistema económico de mercado (capitalista). La importancia que socialmente se da a las empresas hace que las decisiones políticas les favorezcan sin tener que esforzarse activamente por influir en esas decisiones (véanse las sucesivas reformas laborales en nuestro país a lo largo de los últimos 30 años). ¿Indicaría esto que las empresas ‘tienen’ poder? La respuesta, la veremos a continuación, al tratar el asunto de los tres niveles de visibilidad del poder.

2.3. Los tres niveles de visibilidad del poder político

Desde otra perspectiva, podemos decir que el poder político puede ser más o menos visible (Vallés, 2010: 37-39). En su libro Power, a Radical View (1974, segunda edición de 2005), Steven Lukes identificaba tres niveles en cuanto a la visibilidad del poder en su influencia sobre las decisiones políticas. El primero de estos niveles (lo que Lukes llama nivel 1 de visibilidad) se refiere a aquéllas situaciones donde el ejercicio del poder es evidente y directamente perceptible. Es decir, se aprecia claramente que alguien toma una decisión, o se ejerce una acción que obliga o persuade de alguna manera a otro u otros a realizar un determinado comportamiento, incluso en contra de su voluntad inicial (aunque no necesariamente). Por ejemplo, esto sucede cuando el parlamento aprueba una ley, cuando el gobierno reglamenta sobre una determinada materia, o cuando un constructor soborna al alcalde o concejal de urbanismo para que apruebe un cambio en la planificación urbanística del municipio que favorezca sus intereses empresariales.

El segundo nivel de visibilidad se refiere a situaciones donde el ejercicio del poder es manifiesto (el ejercicio del poder se percibe claramente) pero indirecto – es decir, no implica obligar o convencer directamente a un individuo o conjunto de individuos de que hagan o dejen de hacer algo. Aquí el poder se ejerce a través del control de la agenda o de la capacidad de influir en la ‘arquitectura de la decisión’ (Thaler y Sustein, 2010). Es decir, el que ejerce el poder tiene capacidad para tomar decisiones sobre los temas sobre los que se va a tratar o decidir o para influir en el modo en que las otras personas toman decisiones. Por ejemplo, el gobierno que controla la mayoría parlamentaria en nuestro país, establece la agenda de temas prioritarios, teniendo capacidad para vetar las propuestas de otros. En este sentido, la ausencia de decisiones o acción política sobre un determinado puede indicar una preferencia política subyacente por parte de determinados actores que prefieren que dicho asunto siga fuera del territorio de la política. Por ejemplo, hasta 2004, el asunto del matrimonio entre personas del mismo sexo había estado fuera de la agenda de los gobiernos españoles. En otras palabras, la no-decisión sobre esta cuestión implicaba, indirectamente, una decisión contraria al matrimonio entre personas del mismo sexo). De este modo, las no-decisiones de un gobierno sobre un asunto se pueden considerar también decisiones si existe una demanda social para considerar ese asunto como problema público.

Por otro lado, en el apartado anterior se ha discutido en torno a si es posible influir en las decisiones sin ejercer directamente el poder. El control de la agenda sería un caso intermedio. El tercer nivel de visibilidad del poder identificado por Lukes hace referencia a aquellos casos donde la influencia sobre las decisiones políticas aparece sin un ejercicio visible del poder. Es la dimensión ideológica del poder, donde el poder se ejerce a través de la influencia en el modo en que las personas tienen de percibir la realidad y lo que es bueno o malo. Estos modos de pensar se en los procesos de socialización a los que todos estamos sometidos desde niños, y que tienen lugar en el seno de los grupos y las organizaciones en las que se desenvuelve nuestra vida cotidianamente (familia, amigos, sistema educativo, asociaciones voluntarias a las que pertenecemos, lugar de trabajo, etc.). Estos procesos hacen que asimilemos determinadas ideas y formas de ver la realidad que nos rodea, que afectan al modo en que filtramos la información que nos llega y que, en última instancia, influyen en nuestra percepción de lo que es políticamente relevante o socialmente valioso y lo que no lo es. De ahí, por ejemplo, la importancia que en algunas ocasiones se da a los conflictos en torno al modelo educativo y los contenidos de la enseñanza – por ejemplo, recordad en los años del gobierno de Zapatero, el conflicto en torno a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, el cuestionamiento constante desde determinados sectores de la inclusión de la religión como materia en los niveles de enseñanza obligatorios, o el debate en torno a la lengua en que se imparte la educación en determinadas comunidades autónomas.

2.4. El concepto de legitimidad del poder y sus fuentes

Oro concepto clave es el de ‘legitimidad’ (Vallés, 2010: 40-44). Su relación con el concepto del poder se comprende inmediatamente si entendemos la legitimidad como la ‘cara argumentativa del poder’. La continuidad del ejercicio poder político depende, en última instancia, de la capacidad de aquél que lo ostenta para justificar su posesión y su uso. Si el ejercicio del poder pretende ser ‘constructivo’ – en el sentido de convertirse en auténtica herramienta para la gestión del conflicto social – no puede depender única y constantemente de la fuerza ni de la influencia o persuasión. Estas manifestaciones implican un mayor coste (en término de esfuerzo y recursos) para aquél que lo ejerce, y no siempre aseguran que éste logra imponer su decisión o criterio sobre la comunidad o sobre otros actores dentro de ésta. Por ejemplo, el uso efectivo de la fuerza no es posible en todas las circunstancias – el poder político no puede controlar en todo momento las acciones de los individuos. O no siempre se cuenta con el tiempo necesario para convencer o persuadir a alguien para que cambie su conducta.

De este modo, el modo más ‘eficiente’ de ejercer el poder (es decir, la manera de conseguir imponer las decisiones u opiniones con el menor esfuerzo) es cuando éste se manifiesta como autoridad, y la gente acepta voluntariamente dichas decisiones, sin cuestionarlas, solo por

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