Beethoven y la novena
Enviado por Stella • 1 de Enero de 2019 • 1.560 Palabras (7 Páginas) • 370 Visitas
...
-Hermann Hesse (Mi credo)
En este movimiento se podría decir que el hombre reafirma el aspecto material, pero no de una forma alegre, si no furiosa y enérgica. Todo esto en respuesta al cruel destino de la humanidad.
El tema principal (tercer movimiento) es lírico, lento, delicado. Supone un descanso después de la fiereza de los dos movimientos anteriores. En este movimiento se presentan una serie de variaciones sobre los dos pasados temas principales. Esta parte imitativa es muy importante, pues comienza y termina de manera muy lenta, como si no tuviera ni un principio ni un fin.
El tercer movimiento se siente apagado. Representa el desconsuelo de la humanidad ante la triste realidad que la azota. Sin embargo, al conocer el problema, que es el yo material, se propone una búsqueda de la liberación de la humanidad. Es aquí cuando los seres humanos se refugian en la religión, sin embargo esto no los libra de la angustia. El hombre al tomar plena conciencia del yo empieza a darse cuenta de que la solución es empezar a entrar en contacto con lo trascendente y al final del movimiento se puede sentir los primeros indicios de lo que podría ser una reincorporación a la naturaleza. Es este movimiento cuando el ser humano tiene una hierofanía (manifestación de lo sagrado).
El cuarto movimiento es sin duda el más complicado, en él Beethoven nos narra el triunfo de la humanidad, pero no de manera sencilla: la victoria está plagada de duelos entre la parte positiva y negativa. La introducción es trágica (de ahí la re exposición de la introducción del primer movimiento). Entre esa tragedia surge, como un halo de esperanza, el “himno de la alegría”, pero este halo se desvanece volviendo al tema trágico inicial. Tras una breve pausa, Beethoven presenta al tenor, que recita más versos del poema de Schiller acompañado por el coro masculino, a modo de una marcha militar. Beethoven introduce el tema de amor, el aire sentimental adquiere una apariencia suave, como si de una misa se tratara. No obstante, Beethoven está hablando de Dios. Se trata de imitar una ceremonia litúrgica. Parece que Beethoven encuentra el consuelo en la religión, pero en una religión acompañada de optimismo y de alegría. No sucede como en el tercer movimiento; ahora la religión no es un refugio, es la salvación de la humanidad. La música adquiere de nuevo proporciones gigantescas, imitando esa grandiosidad para preparar el triunfo final del hombre. Beethoven une el tema de amor con tonos más alegres, a modo de conclusión. Los metales ascienden y las cuerdas tocan una última vez el “himno a la alegría”:
¡Alegría, hermosa chispa de los dioses hija del Elíseo!
¡Ebrios de ardor penetramos,
diosa celeste, en tu santuario!
Tu hechizo vuelve a unir
lo que el mundo había separado,
todos los hombres se vuelven hermanos
allí donde se posa tu ala suave.
Quien haya alcanzado la fortuna
de poseer la amistad de un amigo, quien
haya conquistado a una mujer deleitable
una su júbilo al nuestro.
Sí, quien pueda llamar suya aunque
sólo sea a un alma sobre la faz de la Tierra.
Y quien no pueda hacerlo,
que se aleje llorando de esta hermandad.
Todos los seres beben la alegría
en el seno de la naturaleza,
todos, los buenos y los malos,
siguen su camino de rosas.
Nos dio ósculos y pámpanos
y un fiel amigo hasta la muerte.
Al gusano se le concedió placer
y al querubín estar ante Dios.
Gozosos, como los astros que recorren
los grandiosos espacios celestes,
transitad, hermanos,
por vuestro camino, alegremente,
como el héroe hacia la victoria.
¡Abrazaos, criaturas innumerables!
¡Que ese beso alcance al mundo entero!
¡Hermanos!, sobre la bóveda estrellada
tiene que vivir un Padre amoroso.
¿No vislumbras, oh mundo, a tu Creador?
Búscalo sobre la bóveda estrellada.
Allí, sobre las estrellas, debe vivir.
¡Alegría, hermosa chispa de los dioses,
hija del Elíseo!
¡Ebrios de ardor penetramos,
diosa celeste, en tu santuario!
¡Abrazaos, criaturas innumerables!
¡Que ese beso alcance al mundo entero!
¿Os prostráis, criaturas innumerables?
¿No
...