COMUNICACIÓN FAMILIAR Y EL RENDIMIENTO ACADEMICO.
Enviado por tolero • 6 de Abril de 2018 • 5.569 Palabras (23 Páginas) • 291 Visitas
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Unas de las características que distingue a las familias es su capacidad de integrar muchas funciones en una única fórmula de convivencia. Algunas de las principales funciones que la familia cumple son los siguientes: económica, reproductora, educativa–socializadora, política-religiosa, psicológica y domiciliaria.
En todas las culturas la familia se encarga de la socialización primaria de los nuevos miembros, de la satisfacción de las necesidades básica de sus integrantes. Entre ellas está la comunicación y el dialogo que representan un carácter importante para el buen funcionamiento de esta.
3.1.2 La Comunicación
Es el medio o la herramienta que solo pueden utilizar los seres humanos por medio de signos orales y escritos que poseen un significado. En un sentido más amplio, se entiende por lenguaje cualquier procedimiento que sirva para comunicarse.
La comunicación es el envío y la recepción de un mensaje, el cual es entendible gracias al lenguaje, herramienta que solo los seres humanos podemos utilizar.
3.1.2.1 La comunicación en los primeros meses de vida
No alcanza el hecho biológico de la procreación para ser padres o madres, es necesario el acto de reconocimiento efectivo para que la paternidad o maternidad sean constructivas. Dice un dicho que “No es padre o madre quien da a la luz al hijo, sino quien lo cría”. Y esta es una verdad muy cierta, porque muchas veces los padres piensan que por el solo hecho de haber dado a luz a sus hijos los convierte en buenos padres, pero eso no es lo que caracteriza a un padre, sino la forma en que lo va criando en su vida. Es más, lo importante de ser padres no pasa por el mero hecho biológico, ya que hermosas familias están conformadas únicamente por uno o varios “hijos del corazón” y de “la panza”, o ambos.
Tener un hijo es un hecho tan trascendente que ni siquiera se modifica por la llegada de otro hijo. Cada persona ocupa “su” lugar particular, diferente e irremplazable, distinto de cualquier otro.
Esta trascendencia convierte el vínculo en indisoluble porque nunca deberá, ni podrá desentenderse desde la responsabilidad, ni desligarse desde lo biológico o afectivo. Desde la identidad, porque necesita u sucesor; desde el amor, por la felicidad que le causa.
3.1.2.2 La comunicación en la infancia (hasta los 3 años de edad)
Desde la edad de 2-3 años, una vez aceptada “la disciplina y el orden”, se tornan bastante obediente y sumamente curiosos. Es la mejor edad para introducir hábitos: de higiene, orden, autonomía, colaboración. Lo preguntan todo. Y observan si intentamos responderles todo, lo cual promoverá su curiosidad, principal elemento para el aprendizaje, a lo largo de toda su vida. O bien, si les cortamos sus preguntas por resultarnos molestas: aprenderán a adormecer su curiosidad, y quizá a no preguntarse ya más cosas. Además son juguetones, incansables, disfrutan de ejercer sus habilidades motrices y expresivas “no paran”. En esta etapa aparecen la fase de Edipo en niños o Electra en niñas.
3.1.2.3 La comunicación en la edad pre escolar (de los 3 hasta los 6 años)
Los niños desde que andan y hablan dominan mucho más su espacio y sus relaciones con los demás. Desde esta edad entran a ser parte de la escolarización, allí es donde comentan con otros niños y empiezan a relacionarse, a jugar con otros niños y convive ya teniendo en cuenta la individuación y se prende a un mundo más complejo. Al poder sobrepasar a menudo los límites que nosotros les queremos imponer, aprenden una novedad: nosotros les limitamos, les decimos que "no", y ellos responden igual. Es la edad de los límites, pues se encuentra con problemas para convivir con sus hermanos mayores y con otros niños. De las grandes rabietas por cualquier cosa (no quiero comer, no quiero dormir, no quiero seguir andando, no quiero que me vistas...). Junto a una tremenda ingenuidad. El niño irá dejando de hacer rabietas cuando compruebe que le resultan inútiles.
En la medida en que nuestra respuesta les va obligando a "disciplinarse", es decir, a admitir los límites y a quien se los impone, aprenden un primer sentido "moral" (qué deben hacer, qué no deben hacer. Qué es bueno, qué es malo. Qué nos gusta, qué nos disgusta). Es conveniente elogiarle siempre que sus comportamientos sean positivos.
3.1.2.4 La comunicación en la edad escolar (de los 7 a los 11 años)
Desde los 7 a los 11 años es una edad caracterizada por una mayor habilidad y un aumento progresivo de la musculación (sobre todo a partir de los 10 años), lo que les impulsa a la práctica física o deportiva. Si la escuela consigue encauzar y fomentar su inmensa curiosidad, irán apareciendo con la lectura y la escritura una gran potenciación de los conocimientos. Dada su mayor autonomía personal y social, y su expresión más seria ("adulta"), con menos necesidad de exteriorizar su ternura, podemos caer fácilmente en el error de no demostrarles nuestro afecto o estima, "darlos por consabidos": todavía (¿y quizá siempre, verdad?) necesitan nuestra demostración afectiva.
Conviene evitar excesos en actividades extraescolares, de TV y de ordenador, y fomentar la lectura.
Las personas que gozan de una buena educación afectiva suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y hacen rendir mejor su talento natural. En cambio, quienes no logran dominar bien su vida emocional, se debaten en constantes luchas internas que socavan su capacidad de pensar, de trabajar y de relacionarse con los demás.
3.1.2.5 La comunicación en la adolescencia
Al final de esta etapa ya se notan los preparativos de la adolescencia, sobre todo en las niñas, en que su maduración sexual avanza y muchas "se hacen mujeres" (tienen su primera menstruación). Aquí se señala un punto de inflexión, un final de etapa infantil, un olvidarse de ser niña. Los niños suelen persistir aún más tiempo (unos dos años más) en esta etapa infantil.
Todo aquello que pretendemos en las generaciones que nos continúen, debemos luchar por adquirirlo nosotros primero.
La educación entra más por los ojos que por los oídos.
Sólo educaremos de verdad si procuramos que los niños y jóvenes se formen en las virtudes humanas, bajo la luz del
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