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LA EVALUACIÓN COMO GARANTE DE LA IDONEIDAD DEL SUJETO DOCENTE: IMPLICACIONES CON LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN

Enviado por   •  20 de Abril de 2018  •  2.575 Palabras (11 Páginas)  •  450 Visitas

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El discurso de la reforma enfatiza a la evaluación y a la supervisión, al vincular los cambios sociales en ese sentido, con el supuesto conocimiento que las personas tienen de “su mundo”; con ello se intenta convencer a los individuos en la creencia de un cambio social e individual.

Las relaciones que surgen no son producto de un sistema consensuado sino impuesto. Implican la redefinición del concepto de evaluación, se necesitan profesionales que comprendan y posean la capacidad de negociar con quien corresponda: expertos dotados con un poder académico más que intelectual, el problema es, reiterando el discurso de la Dra Camacho: ¿dónde están?

Ahora, ¿cuál ha sido el devenir de un tema tan controvertible como le evaluación en este campo?.

Al tratar de crear una imagen de legitimidad y estabilidad, las palabras profesionalismo, evaluación e incentivos meritocráticos, nos ratifican a la historia como una sucesión de cortes y rupturas constantes, clásico de nuestros sistemas políticos y, por ende, de nuestras políticas educativas.

De igual manera, la evaluación tiene que ver con la forma en que el saber se entrelaza con los mundos institucionales para producir relaciones de poder; creador de un mundo dicotómico, la dualidad de opresores y oprimidos como diría Freire.

Se pretende que sea el intelectual de la evaluación el agente que ayude a los profesores a superar las opresiones de la escolarización y la sociedad; ha de ejercer como conciencia crítica colectiva a favor de esta última, mediante el movimiento hacia un nuevo y mejor bien universal. En este caso, desde el discurso oficial, “elevar la calidad de la educación. Sabemos que el fenómeno educativo es por naturaleza complejo. Dicha complejidad es atribuida a su multifactoriedad. Son muchos los actores y factores que convergen y que influyen en sus resultados. El docente, aunque importante, sigue siendo uno más.

Se ofrece el acceso a los incentivos, vistos a estos como fines, más que como medios, en la medida en que uno puede poseer, otorgar o tomar el status (social, profesional e incluso económico) que estos mismos ofrecen. No propongo que los intelectuales se retiren de la política, sino que la tomen más en serio.

Un problema que se observa en nuestro sistema, estriba en el diálogo constante en el que aparecen construcciones provisionales de conceptos establecidos para llegar a la acción; con lo que se producen continuas interpretaciones y reinterpretaciones que son en realidad situaciones en las que nosotros mismos estamos inmersos. De ahí que el compromiso es medular en las prácticas concretas de la evaluación

Ahora bien, ¿es válida y pertinente la crítica? ¿se puede o se debe ser propositivo?. Por supuesto que sí. En las siguientes líneas, intentaré plantear mi propuesta, partiendo de las cuatro preguntas básicas de la evaluación: qué evaluar, cómo evaluar, para qué evaluar y quién debe de evaluar.

En el currículum en general y en la evaluación de los docentes en particular, la evaluación ha de ser no sólo formativa sino formadora, en el sentido de que ha de estar fundamentada en los procesos; ha de ser continua, pues el quehacer docente exige de una actitud de valoración permanente; ha de ser comprensiva e inclusiva de lo multicultural, tomando en consideración las diferencias, los valores, las creencias y los sentimientos de los sujetos; y ha de ser adaptativa y polivalente, pues ofertará no sólo alternativas diferenciadas de procedimientos sino que considerará que cualquier situación de aprendizaje o formación puede ser utilizada con fines evaluadores.

Si la evaluación en sí misma ya es un proceso complejo, esta complejidad se acentúa cuando se trata de evaluar a los docentes en ejercicio. Un modelo multidimensional o transdisciplinar de la evaluación ha de responder a las siguientes preguntas:

- ¿Qué evaluar?: el conocimiento, las destrezas y actitudes desarrollados por los docentes, la evolución de sus prácticas, el desarrollo de las clases; en general, la actuación del profesor. Es decir, sus competencias.

- ¿Cómo evaluar?: cuando se mezclan las exigencias de la objetividad y la subjetividad es cuando la evaluación puede llegar a ser creativa; por tanto, en la evaluación del docente habrá que recurrir tanto a procedimientos cualitativos como a cuantitativos. En cuanto al modo de evaluar, en los recursos y medios utilizados se ha de romper con los moldes de la homogeneidad y uniformidad para ofrecer modelos adaptativos y polivalentes, teniendo en cuenta las diferencias de los sujetos y los contextos. Se han de ofertar alternativas diferenciadas, variedad de procedimientos, complementariedad de modelos cuantitativos y cualitativos, técnicas e instrumentos, adecuados al contexto, de modo que permitan una mayor comprensión de los sujetos evaluados.

-¿Para qué evaluar?: el sistema intenta legitimar esta práctica respondiendo a esta pregunta con un cliché ya muy conocido y sobreutilizado pero que aún vende: “elevar la calidad de la educación”. De una forma más concreta y específica, yo respondería que se debe evaluar para que el sujeto docente reflexione sobre su práctica y modifique sus procedimientos con base en las evidencias que detecte después del proceso de reflexión: este es en realidad el fin último de la evaluación. Si por añadidura se contribuye a elevar la calidad de la educación, bienvenida sea la evaluación del docente en estos términos.

-¿Quién evalúa?: la evaluación ha de tener un enfoque participativo por ello tienen que tomar parte en ella todos los agentes del proceso educativo: el alumnado, el grupo, el mismo profesorado, los directivos, las autoridades educativas, los padres de familia, la sociedad en general.

A manera de reflexión final

Después de la anterior disertación y sin ánimo de negar el cúmulo de cosas buenas que se hacen en el escenario real del quehacer docente, me permito plantear el siguiente cuestionamiento:

¿Qué es ser maestro hoy?

No en el sentido de un maestro en abstracto, sino en el aquí y ahora de nuestro contexto. Un contexto de corrupción en el medio, con reglas poco edificantes, simulaciones, abusos y poderes nada éticos con los que se aprende a vivir y de los que la evaluación, en todas sus dimensiones, no es ajena. Este sería el lado oscuro, sin embargo, también hay un lado luminoso: ser maestro hoy tiene por fortuna otros rasgos que se inscriben en esta cara y se descubren cuando se logra trascender a las pequeñas miserias de la cotidianidad y recuperar lo

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