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Las relaciones interpersonales en educación

Enviado por   •  31 de Diciembre de 2018  •  2.797 Palabras (12 Páginas)  •  267 Visitas

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Lo anterior en el mejor de los casos, pero visto desde lo que hoy predomina, lo que tiene un más alto valor es el poder simbólico, que implica, que quien emite el discurso oficial, además de lo que dice, lo dice bien y es asumido como verdadero; este es un efecto político del lenguaje dominante en donde la parte propiamente lingüística adquiere un valor secundario, el valor del discurso, su precio, se establece por el poder que un grupo de individuos otorga al delegar cierta fuerza a cada tipo de discurso:

“la naturaleza misma del lenguaje…indica que está autorizado para hablar a tal punto, que poco importa lo que diga…” puede no satisfacer su función comunicativa, pero satisface su función social, se habla pero no se comunica…”el locutor autorizado tiene tanta autoridad, o tiene tan claramente de su lado a las instituciones, las leyes de mercado y todo el espacio social, que puede hablar sin decir nada, solo hablar” en este sentido, “el capital lingüístico es el poder de los mecanismos de producción de los precios lingüísticos, el poder para hacer que funcionen en su propio provecho las leyes de formación de los precios y así recoger la plusvalía específica" (Bourdieu, 1984:146)

Lo anterior deja ver que el discurso ha sido utilizado en función de los intereses de los que lo producen; instituciones como el gobierno, los partidos políticos, el sistema educativo (la escuela), la iglesia, los medios de comunicación, etc., son una serie de campos que componen a la sociedad y que la organizan; sin embargo, no actúan solas, se rigen por una estructura global, en concreto, la cultura dominante.

Estas instituciones o campos en general ofertan un discurso que es legitimado por quienes forman parte de ese mercado, su lenguaje es autoritario, disfrazado y cargado una especie de “condescendencia”[2]; tiene perfectamente claro a quién dirige el mensaje y lo adapta para tal fin, según Bourdieu (1984:149). “Para que se ejerzan los efectos de capital de dominación lingüística es necesario que el mercado lingüístico esté relativamente unificado, es decir, que la mayoría de los locutores estén sometidos a la misma ley de determinación de los precios de las producciones lingüísticas”, se percibe un trasfondo homogeneizador de la sociedad, una cultura del conformismo y de la inconsciencia en la que todos deben estar de acuerdo, pensar y actuar de la misma manera, reproducir y de ninguna manera crear resistencias, ya que de otra manera no existiría el mercado lingüístico, si no hay quien compre, se cae el mercado, no tendría razón de ser.

No se gobierna nunca sin la colaboración de aquellos a quienes se gobierna, gracias a la asistencia de mecanismos sociales de control que son capaces de producir las condiciones de desconocimiento que son la base que alimenta el poder de los poderosos. Esto significa que la alienación que subyace en la estructura social, es la clave del sometimiento y la dominación; el problema no radica en la mentira, sino en la creencia, esa fuerza que los dominados le obsequian a quien la ejerce en su contra, es como darle las armas al otro para que las use en su contra. Viene ad hoc lo que Bourdieu (1995:120) denomina Violencia simbólica:

“poder simbólico que se encuentra en las prácticas contemporáneas de nuestras sociedades, un poder invisible que no puede ejecutarse, sino con la confabulación de los que no desean saber que lo padecen, incluso lo ejercen”, “Todo poder de violencia simbólica, o sea, todo poder que logra imponer significados e imponerlas como legítimas disimulando las relaciones de fuerza en que se funda su propia fuerza, añade su fuerza propia, es decir, propiamente simbólica, a esas relaciones de fuerza”, “La violencia simbólica es esa coerción que se instituye por mediación de una adhesión que el dominado no puede evitar otorgar al dominante (y, por lo tanto, a la dominación) cuándo sólo dispone para pensarlo y pensarse o, mejor aún, para pensar su relación con él, de instrumentos de conocimiento que comparte con él y que, al no ser más que la forma incorporada de la estructura de la relación de dominación, hacen que ésta se presente como natural” (Bourdieu 1977, 44)

Es decir, el dominador no puede prescindir del dominado y viceversa, hay una codependencia en la que el menos favorecido está ahí porque ahí quiere estar, o no se da cuenta o no se quiere dar cuenta. Más claro podría ser el siguiente ejemplo: cuando vamos al mercado ¿qué es lo que compramos? podríamos decir que lo que esté de acuerdo a nuestras posibilidades, sin embargo, cuando nos movemos por la influencia de la cultura dominante, nos dejamos llevar por los productos que pertenecen a una marca reconocida, ya ni siquiera nos fijamos en la calidad del producto; y, quien lo vende, al estar legitimados por una marca, ya no tienen que preocuparse porque el producto está acorde con lo que se supone que es. Más profundamente reflexionado, quien compra un producto que no es reconocido generalmente es quien no concuerda con él, quien no tiene la posibilidad o no le preocupa, entonces esa persona es excluida, marginada y tiene que entrar a otro mercado, el mercado de los pobres, de los rebeldes, o de los que se dicen de otra ideología, de otra cultura, etc., los que no encajan en ese campo.

Cuan inconscientes podemos ser los seres humanos, somos víctimas y victimarios de todo cuanto acontece a nuestro alrededor, es cierto que no somos libres, que al formar parte de la estructura social, no podemos aislarnos del mundo, la misma dinámica exige que nos adscribamos a un campo, de lo contrario seríamos excluidos; lo paradójico es que dentro de los mismos campos resultamos excluidos, en virtud de no ser parte de la “doxa”[3] que pervive en ese mercado la “ortodoxia”[4] impuesta no concuerda con el habitus que algunos poseemos. Lo anterior se funda en la fuerza de un mercado lingüístico global, que se inclina por una “homogamia” de clase, pero “los efectos del mercado se ejercen siempre, incluso sobre las clases populares y sobre ellas puede caer en cualquier momento las leyes del mercado. Esto es lo que llamo legitimidad: hablar de legitimidad lingüística es señalar que nadie puede ignorar la ley lingüística” (Bourdieu, 1984:153), los sujetos por lo general nos sometemos a las reglas y limites que imponen los diferentes mercados a los que tenemos que asistir.

Debemos tener en cuenta que el poder simbólico sólo se ejerce con la colaboración de quienes lo padecen porque contribuyen a establecerlo como tal. Según Foucault, no podemos hablar de relación de poder sin que exista una posibilidad de resistencia. El subordinado no puede ser reducido a una total pasividad sino que tiene la opción de

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