Los vínculos de apego en niños institucionalizados - Psicología del Desarrollo

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Es inevitable que se tengan preferencias, ya sea por parte de los niños/as como de los educadores/as, pero hay que procurar que los/as menores reciban atención de manera igualitaria. En cambio, no pasa nada relevante si los niños/as se apegan más a un educador/a que a otro/a, incluso, es algo deseable porque se acercaría a su proceso normal.

Debido al carácter temporal de su estancia en el centro, se trata de una relación de apego de transición, tal como se comentaba anteriormente, por lo que no se puede fomentar la dependencia del menor/a hacia el educador/a, ya que tienen que ser capaces de establecer una posterior relación significativa con otras personas. Esta transición se da en el momento de la salida del niño/a del centro, cuando vuelve con su familia o es adoptado/acogido por otra. En este último caso se establece un periodo de adaptación donde la nueva familia se va incorporando progresivamente a la vida del/a menor y se hace partícipe de ella (darle de comer, pasear, …), de tal manera que el educador/a participa cada vez menos en la vida del niño/a y se favorece la creación de un nuevo vínculo de apego hacia la nueva familia. Aunque al principio los/as menores son reacios a la nueva relación, en pocos días ya se centra en sus nuevos cuidadores.

Hay casos en los que la estancia en el centro de algún/a menor es más prolongada de lo estipulado. En estas situaciones los/as niños/as presentan problemas de adaptación y de conducta y, en ocasiones, una dependencia exagerada hacia su educador/a, pudiendo incluso, presentar conductas extremas (evitación del contacto ocular, tensión muscular o movimientos repetitivos de cabeza, manos, pies, …). Esto puede impedir un desarrollo evolutivo normal en el niño/a y ante esta situación de alerta, el equipo educativo intenta paliar los problemas unificando su estilo educativo e insistiendo sobre todo en la calidad de la atención individualizada que el educador/a presta al niño/a, siendo más sensible y receptivo, capaz de responder sus demandas. Si es necesario, se refuerza con otro educador/a. Algo similar sucede con los niños/as que han tenido problemas en su nacimiento o poseen alguna enfermedad o malformación, casos en los cuales es más difícil establecer el vínculo de apego porque que exigen más atención y cuidados por parte del educador/a y existe más riesgo de establecer un apego inseguro. Cuando una familia acoge a estos niños/as tienen que estar dispuestos a asumir los cuidados especiales del menor.

En conclusión, los primeros vínculos de apego son imprescindibles para el desarrollo del niño/a y estas relaciones iniciales repercutirán en las relaciones futuras, donde no resulta transcendente si el niño/a tiene una o más figuras de apego. El vínculo de apego posee un componente mental que permite al niño/a construir un modelo interno que le ayudará a dotar su realidad de significado y el apego seguro le hará creer que la persona con la que lo estableció va a estar siempre accesible. Bowlby lo denominó MIT (Modelo interno de trabajo). Es algo dinámico y flexible que permitirá al niño/a ir creando nuevas relaciones y vínculos afectivos a lo largo de su vida. Lo que permite afirmar que no se trata de un determinismo absoluto de las experiencias tempranas, pero quizá sí de un primer sesgo en la forma de percibir las relaciones futuras.