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TRABAJO PRÁCTICO LECTO ADOLESCENTE: Análisis de entrevistas

Enviado por   •  26 de Diciembre de 2018  •  1.719 Palabras (7 Páginas)  •  353 Visitas

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Según Cassany, los sociolectos son las variedades lingüísticas entre maneras de hablar de grupos distintos, cuando los sujetos realizan actividades con otros grupos sociales van mutando su forma de hablar, a su vez aquellos que son ajenos a ese círculo social, se les dificulta o quedan excluidos del mismo. El concepto de sociolecto está íntimamente relacionado con la definición de lengua estándar, y su “buen uso”. El 92% de los encuestados coincidió en que el “buen uso” del lenguaje implicaba hablar con respeto, con una única excepción, que hizo referencia al respeto pero del idioma, el resto se focalizó en una cuestión de valoración moral, “hablar bien es hablar con respeto”, por ejemplo.

Dentro de la comunidad, estos jóvenes estudiantes ponen en práctica la lengua de una manera muy particular y respecto a la pregunta de si ellos mismos consideran que “hablan bien” un 46,20% piensa que sí, un 23% cree que habla mal y un 30,80% no sabe.

[pic 2]

Una de los conductas sociales ante la lengua es la “estandarización” es decir, la codificación y aceptación, dentro de una comunidad lingüística, de un conjunto de hábitos o normas que definen el uso correcto (Stewart 1968)”[5]. Algunos de nuestros encuestados relacionaron el “hablar bien” con la formación tanto académica como social y religiosa, por ejemplo: “Mí pastora habla muy correctamente, tiene un vocabulario bueno” (Martina, 14 años) destacando lo moral religioso; “Mí profesora de lengua habla bien, porque logra que se entienda lo que dice” (Noelia, 12 años), haciendo foco en lo pedagógico didáctico.

Según Bourdieu, el capital simbólico que deja la formación académica tiende a sobreestimarse ya que se entiende que por el simple hecho de tener una formación adquirimos competencias y un determinado nivel de cualificación lingüística superior que de otra forma sería imposible, es decir, que se crea un aval por las instituciones escolares. Aquellos que no gozan del beneficio de acceder a una formación académica quedan por debajo de los estándares sociales jerarquizados positivamente. Todo esto sucede porque existe un Estado que condiciona la lengua estándar creando un mercado lingüístico, generando así, una dominación simbólica.

No podemos dejar de mencionar el rol fundamental del sistema escolar (entre otras Instituciones), que permite elaborar la legitimación e imposición de la lengua oficial (legítima) cuya función determinante es: “fabricar las similitudes de donde se deriva esa comunidad de conciencia que constituye el cemento de la nación […] la acción escolar como instrumento de integración intelectual y moral”. [6] La escuela genera una violencia simbólica, tan invisible como silenciosa que lleva a los hablantes que consideran que no hacen un buen uso de la lengua a “tratar de controlarse” (Maite, 13 años), llegando a una hipercorrección, ya que la estudiante también nos cuenta que cuando no encuentra las palabras que ella considera correctas para expresarse, se pone nerviosa, “como si súbitamente se vieran desposeídos de su propia lengua”[7].

Finalmente, en la culminación de la encuesta los chicos responden en referencia a los distintos registros que manejan según la situación comunicativa. Cuando hablamos de ellos, lo hacemos con las nociones establecidas por Cassany, “Las variedades que no dependen del origen del hablante sino de la situación comunicativa […] se pueden constatar afinidades y diferencias según cuatro factores principales: el tema (general o especializado), el canal (oral, escrito; el teléfono, la radio, etc.), la intención (divertir, convencer, informar, etc.) y el nivel de formalidad (el grado de relación entre el emisor y el receptor)”[8]. En su mayoría los encuestados nos dicen que tanto en el colegio, la iglesia, el club, el trabajo y otras Instituciones; con sus amigos, familia, autoridades escolares, profesores y pares, suelen adaptar su forma de hablar. Algunos ejemplos son: “con mis amigos me suelto porque tengo confianza”; “con mi familia hablo bien hasta dónde puedo”; “con mis amigas puede ser que digamos tonterías”; “depende el contexto, un tipo de confianza o respeto influye”; “en lugares como el trabajo, la escuela o la facultad me comunico de la mejor manera posible”.

A modo de conclusión, tras haber realizado estas encuestas podemos afirmar que los adolescentes manejan códigos propios que, en el momento de comunicarse, les permite diferenciarse entre pares, como así también entre otros hablantes ajenos a su grupo social. Sin embargo, no alcanza con que un discurso sea gramaticalmente correcto sino que debe ser sobre todo socialmente aceptable como afirma Bourdieu, ya que al encontrarse en una sociedad particular, no es que quedan por fuera de las convenciones establecidas por un Estado que impone el capital lingüístico o simbólico a la hora de dominar la lengua.

Hemos notado que también tienen clara la "escala jerárquica" que se establece entre ciertos hablantes y cómo su formación académica les permite expresarse de mejor manera, con más vocabulario y "sin trabarse".

Podemos agregar que las expresiones de nuestros encuestados no variaron mucho de un barrio a otro y que lo importante del código que manejan muchas veces, no es lo que dicen sino cómo lo dicen, el tono elegido para pronunciar las palabras que está colmado de significados y tiene una carga valorativa tanto positiva como negativa; no es necesario un insulto para hablar de forma irrespetuosa. Cassany, con respecto a esto, afirma que existen valores que son modelos y conductas ideales, con componentes concretos e inconscientes y los chicos en su amplia mayoría dijeron que “hablar con respeto” funciona como sinónimo de un modelo del buen decir.

Percibimos en un gran porcentaje que a los adolescentes les cuesta encontrar sinónimos y por lo tanto recurren a un lenguaje directo, por otra parte, no podemos afirmar que inventan palabras, sino que cambian el significado de las existentes.

Finalmente, tras haber realizado este trabajo, podemos entender mejor de qué forma funciona el lecto adolescente, y como docentes en formación, se nos abre un amplio panorama para desarrollar mejor nuestra labor.

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