Capítulo 4 Todo por amor al hijo
Enviado por Jerry • 24 de Abril de 2018 • 2.981 Palabras (12 Páginas) • 535 Visitas
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El diagnóstico prenatal como deber tutelar
En la época de la civilización técnico-científica, el embarazo ya no se considera como un acontecimiento natural, sino fundamentalmente como un estado problemático que requiere exámenes especiales de prevención y controles médicos. El diagnóstico prenatal conduce en línea directa hacia un nuevo pensamiento sobre la seguridad. Este pensamiento, remite sin duda también a los intereses propios de los padres que quieren protegerse de las dificultades que significaría tener un hijo deficiente. Pero tampoco cabe duda de que a menudo también se trata de un pensamiento sobre la seguridad en beneficio del hijo. Cuanto más avanza la investigación genética más posibilidades de intervención se ofrecen. Actualmente, hay que reflexionar sobre las posibilidades de acción antes del parto. Pronto quizás se puedan escoger, descartar y combinar de manera acertada las características genéticas de la descendencia.
III. El deseo de tener un hijo sin poder tenerlo: el comienzo de una carrera de paciente
¿Qué hacer si se quiere tener un hijo y no se puede? Se calcula que entre actualmente entre un 10 y un 15% de las parejas tienen problemas de fertilidad. Para ellos, la medicina moderna ofrece un amplio abanico de tratamientos, desde el tratamiento hormonal hasta la fertilización in vitro o la fertilización artificial. Pero estos tratamientos traen consecuencias negativas como la regulación de la sexualidad, la aplicación de los tratamientos es larga y ocupa mucho tiempo, está relacionada con limitaciones considerables de forma de vida, con riesgos para la salud y con estrés emocional.
La dependencia psíquica
Tenga o no éxito el tratamiento de fertilización, produce una situación de tensión y expectación permanente. Lo que transcurre en u caso normal de forma invisible e imperceptible, escondido en el cuerpo de la mujer, mediante la tecnología se divide en etapas aisladas, se saca a la luz, se hace visible. Esto tiene un efecto emocional muy fuerte en las mujeres/parejas en tratamiento, de acuerdo con estudios cualitativos, la consecuencia es una dependencia psíquica.
La montaña rusa de los sentimientos
Entre esperanzas y miedos, la carga emocional por las que pasan las mujeres que se someten a tratamientos de fertilización es muy grande. Esto no es casualidad, sino que está estrechamente ligado a la técnica. El oscilar entre la euforia y la depresión es una reacción más bien extendida en relación con la “omnipotencia” de la técnica, frente a la cual la mujer se siente impotente, entregada por sus deseos de tener un hijo. Incluso los pioneros de la tecnología de la reproducción empiezan a vislumbrar que eta técnica conlleva ciertos peligros: el revés de la técnica se encuentra en la esperanza y en la decepción, el dolor físico y psíquico de miles de mujeres y hombres que creyeron haber alcanzado casi la meta de sus deseos al someterse al programa de reproducción.
Y siempre nos atrae el hijo
Respecto a la pregunta por el éxito de estas intervenciones, las cifras son bastante bajas, las estimaciones oficiales de éxito oscilan entre un 10 y un 15%, pero hay quienes dicen que estas cifras son incluso más bajas. Con estas expectativas de éxito y cada vez más laboratorios ofreciendo tratamientos de fertilización in vitro, pueden haber consecuencias fatales para los matrimonios afectados por la infertilidad.
Si antes la infertilidad era un destino predeterminado, hoy se convierte en cierta manera en una decisión autoelegida. Pues, aquellos que renuncian sin haber probado los métodos más recientes “tienen la culpa ellos mismos”. Por un lado, la técnica ofrece con cada paso de su desarrollo nuevas posibilidades de acción y soluciones de problemas. Pero, a la par con este paso, crea también nuevas obligaciones y dificultades de acción. Pues se produce una presión social y psíquica a veces como presión directa por parte de la sociedad encaminada a usar realmente estas ofertas. Las parejas que no han conseguido ningún éxito al final del tratamiento aseguran a veces que no se arrepienten de los intentos a pesar de todos los esfuerzos que conllevan. Estas dificultades tienen un efecto de justificación y de alivio. Las parejas han utilizado las ofertas de la técnica y eso tiene para ellos su importancia: han hecho todo lo que podían hacer. No tienen que reprocharse nada, no han traicionado al hijo.
IV. Padres e hijos en el universo de las nuevas expectativas
Sin embargo, estos problemas aquejan solo a alguno, la mayoría de las parejas consigue de hecho tener descendencia, tal como lo han deseado. El hijo constituye para muchas mujeres y hombres una fuente elemental de felicidad. El hijo, abre nuevos aspectos de la vida, proporciona intensidad a los sentimientos, autoexperiencia y experiencia de sentido, arraigo emocional. En este sentido, y comparando con tiempos anteriores de la familia como comunidad económica, crece la ganancia emocional que puede ofrecer la paternidad.
Lo anterior es solo una cara de la verdad. Las exigencias, tareas, los deberes que hoy en día forman parte de la paternidad también han aumentado enormemente. En siglos anteriores, el trabajo con los hijos era considerablemente más fácil: en la vida cotidiana de la época preindustrial no se les dedicaba ninguna atención o cariño especial a os niños pequeños. A los niños se los consideraba como seres humanos todavía no completos y con pocas necesidades propias. La infancia, por consiguiente, sólo era una fase transitoria e insignificante.
En la sociedad preindustrial, se exigía mucho menos de los padres que hoy, porque sus posibilidades de acción estaban también mucho más limitadas: según la visón de mundo de entonces, el desarrollo del hijo quedaba principalmente en manos de Dios. En el curso del siglo XX, decayó cada vez más el influjo de la religión y de la tradición; la clase y el rango perdieron su importancia como ámbitos donde experimentar una situación común de vida. El ser humano moderno tuvo que tomar el destino en sus propias manos y también el destino de su descendencia. El precepto de los modernos asesores de educación es siempre el mismo: la mejor promoción posible de las capacidades del hijo.
V. La promoción óptima como precepto de la modernidad
Diversos procesos que se iniciaron en los años cincuenta y sesenta del siglo XX contribuyeron a seguir impulsando aún más las exigencias de promoción
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