Cuento: El niño Mateo, que descrubrió el Gran Pajaten

CUENTO: EL NIÑO MATEO, QUE DESCRUBRIÓ EL GRAN PAJATEN

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Había una vez en un pequeño pueblo llamado Juanjuí, en la región selvática de Perú, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño curioso y aventurero, siempre buscando nuevas experiencias y descubrimientos. Aunque Juanjuí era un lugar tranquilo rodeado de exuberante vegetación, Mateo sentía que había algo más esperándolo más allá de las colinas y los ríos.

Un día, mientras exploraba cerca de su casa, Mateo encontró un antiguo mapa en una vieja caja de madera en el desván. El mapa mostraba una ruta hacia un lugar llamado Gran Pajatén, un sitio arqueológico perdido que albergaba los tesoros de una antigua cultura. Fascinado por la idea de descubrir un lugar desconocido, Mateo decidió embarcarse en una aventura para encontrar Gran Pajatén.

Empacó algunas provisiones en su mochila y se despidió de su familia, explicando que iba a explorar un poco más allá de lo que conocía. Con el mapa en mano, se internó en la selva, siguiendo las indicaciones que marcaban el camino hacia Gran Pajatén.

El viaje fue desafiante. Mateo se encontró con densos bosques, riachuelos caudalosos y colinas empinadas, pero su determinación lo mantuvo en pie. Después de días de caminata, finalmente llegó a un valle oculto rodeado de altas montañas y cubierto por una densa neblina. Allí, ante sus ojos, se alzaba la majestuosidad de Gran Pajatén.

Mateo quedó maravillado al ver las imponentes estructuras de piedra, las terrazas escalonadas y los templos antiguos. Caminó cautelosamente entre las ruinas, sintiendo el peso de la historia en cada piedra que tocaba. A medida que exploraba, encontró vasijas de cerámica adornadas, tejidos coloridos y joyas talladas con maestría.

Mientras se adentraba más en el sitio arqueológico, Mateo escuchó risas y voces distantes. Se acercó sigilosamente y vio a un grupo de personas vestidas con atuendos tradicionales realizando una danza ritual en honor a sus antepasados. Eran los descendientes de la cultura que habitaba Gran Pajatén, quienes habían mantenido viva su tradición y conocimientos ancestrales a lo largo de los siglos.

Impresionado por lo que veía, Mateo se acercó al líder del grupo, un anciano sabio llamado Túpac. Con humildad y respeto, le contó su historia y cómo había llegado hasta allí. Túpac sonrió y asintió, reconociendo la pasión de Mateo por aprender y descubrir nuevas culturas. Decidió guiar a Mateo a través de la historia de Gran Pajatén y compartir con él los conocimientos de su pueblo.

Durante días, Mateo escuchó con atención las historias y leyendas que Túpac compartía con él. Aprendió sobre la arquitectura sofisticada de los templos, el conocimiento astronómico de los antiguos habitantes de Gran Pajatén y la importancia de la naturaleza en su vida diaria. Mateo también aprendió sobre la relación sagrada que tenían con la selva y cómo la protegían como un tesoro invaluable.