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Cuerpo náufrago de Ana Clavel. El universo diegético: los símbolos.

Enviado por   •  21 de Marzo de 2018  •  6.574 Palabras (27 Páginas)  •  387 Visitas

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Según Artemidoro existen dos tipos de sueños:

- Sueños tipo enypnia: se caracterizan por reflejar situaciones actuales, es decir, en este tipo de sueño “se establece en la actualidad (del presente al presente); manifiesta al sujeto que duerme su propio estado; traduce lo que es, en el orden del cuerpo, carencia o exceso, y lo que, en el orden del alma, es miedo o deseo”.[11]

- Sueños tipo oneiroi: se caracterizan por ser una especie de anticipadores de lo que está por venir, este tipo de sueño “dice lo que está ya en el encadenamiento del tiempo y se producirá como acontecimiento en un porvenir más o menos cercano. Es también lo que actúa sobre el alma y la excita: oreinei; la ensoñación modifica el alma, la conforma y la modela; la pone en ciertas disposiciones y provoca en ella movimientos que corresponden a lo que le es mostrado”.[12]

En la novela, bien se puede considerar que el sueño con el que inicia la obra comparte los dos tipos de sueños que estableció Artemidoro. Para comprender esto considero importante compartir con el lector el comienzo de Cuerpo náufrago:

Ella – porque no cabía duda sobre su sexo, aunque las presiones de la época contribuyeran a que asumiera otros roles – estaba dormida en la cama y se resistía a abandonar el último sueño, donde tres niños se alejaban del salón de clases y a una señal desenfundaban sus sexos nacientes para medir su poderío. Ella- a quien conoceremos en breve como Antonia- veía la escena como si fuera cada uno de ellos. Finalmente, se decidía por el chico que aún mantenía oculto su sexo con la mano. […]El sonido de una chicharra escolar, o más bien la alarma de un despertador, apremiaba a los niños a una maniobra desesperada: saltaban a unas cuerdas que pendían del techo y desde ahí se columpiaban en un remolino que manaba luz. La pequeña Antonia, con el sexo colgante, percibía que una fuerza avasalladora se apoderaba de la cuerda y la hacía temblar. El despertador insistió de nuevo: Antonia adulta intentaba mantenerse en la cuerda pero acomodarse con los otros niños le resultaba ya imposible. Extendió la mano hacia la mesa de noche y por instinto atisbó la pantalla digital : 7:45. Accionó el apagador y volvió a la almohada, pero ya los niños se habían ido.[13]

En la categoría de enypnia, el sueño que tiene Antonia es una mirada a lo que es su deseo más oculto (ser el “otro” y vivir esa experiencia como él, con todas las ventajas y desventajas que trae consigo la metamorfósis), esto se puede afirmar gracias a que la autora hace un uso magistral de los símbolos que acompañan al sueño. Como lo dice Freud, el “estimulo del sueño va a ser siempre un deseo”, así que en el sueño se realiza éste y se vislumbra parte de lo que conforma al sujeto.

En el otro extremo está la categoría de oneiros, este tipo de sueño es una especie de presagio (muy breve) de lo que le sucederá a “ella, a Antonia”: en la introducción se anticipa y después se da de golpe ante el lector el desarrollo de la historia, una mujer que despierta siendo hombre. Definitivamente, cuando alguien sueña se adentra totalmente en los dominios del inconsciente, así que no vale la pena ni siquiera pensar en que existe alguna regla posible para la construcción de los sueños. Lo que encuentra la persona que sueña es que los deseos pueden manifestarse directa o indirectamente mediante símbolos, de ahí que sea fundamental el papel de la interpretación. En este caso, el lector puede tomar el papel del personaje principal para ayudar en el develamiento del significado oculto entre los símbolos. Para orientarse entre ellos simplemente hay que recordar que “el soñador verá la imagen de algo que la designa”,[14] esto se puede aplicar a los sueños alegóricos, como lo son los de Cuerpo náufrago, son sueños en los que “no hay una trasparencia de la visión sino utilización de una imagen para decir otra; allí está la interpretación útil […] el arte de la onirocrítica descansa sobre la ley de semejanza; opera por la `comparación de lo semejante con lo semejante´”. [15]

Las pautas que propone Artemidoro para llegar a una interpretación más fiel de los símbolos dentro del sueño son identificar si son:

A) “Identidad cualitativa (soñar con un malestar podrá significar el “mal estado” futuro de la salud o de la fortuna). B) Identidad de las palabras [en este caso es importante analizar la semántica y la etimología de la palabra]. C) Parentesco simbólico [analizar el sueño fielmente de acuerdo a la interpretación de símbolos]. D) Existencia de una creencia, de un dicho popular, de un tema mitológico. E) Similitud de prácticas [analizar en qué casos se utilizan los rituales y qué impacto social tienen éstos]”. [16] La guía que tomaré para tratar de descifrar el mensaje de los sueños que aparecen en la novela se ajusta más al parentesco simbólico y en algunos casos, en la identidad de las palabras. En todo caso, es necesario que se tomen en cuenta todos los datos y detalles que se presentan para tener una interpretación más certera, sin olvidar que la onirocrítica propone que el sueño siempre dice algo mediante la analogía. El sueño también puede estudiarse literariamente, como se verá en este capítulo, a través de la metáfora y la metonimia.

Pero antes de iniciar el estudio de los demás símbolos que se encuentran en la novela, quiero reafirmar su importancia en la literatura y en general, en la vida humana. Según Albert Béguin en El alma romántica y el sueño “lo que paso por alto y lo que desciende al olvido vuelve a salir un día de improvisto”.[17] Así, que los sueños suelen ser más importantes de lo que parecen a simple vista: son el primer escalón de entrada de descenso al laberinto de nuestros deseos ocultos, recuerdos y pueden considerarse el primer acercamiento a lo que es la identidad. Gracias a los sueños podemos obtener respuestas a preguntas que el consciente censura o reprime; pero a veces estas respuestas no son tan fáciles de obtener, pues el inconsciente utiliza objetos e imágenes para representar lo más oculto de nosotros. Por tal razón, a partir del siglo XVIII diferentes escuelas psicológicas se concentraron en el tema y la mayoría de los psicólogos insistían en las semejanzas de la vida onírica y la vigilia, de hecho se basaban en Heráclito “Porque, durante el sueño, cada hombre tiene su universo particular, mientras que en el estado de vigilia todos los hombres poseen un universo común”.[18] Dos siglos después, Sigmund Freud responde a este mismo problema a través de dos principios: el del placer y el de la realidad.[19] Él también propone que el primer

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