Capítulo IX, ENSAYO SOBRE EL ENTENDIMIENTO HUMANO

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Locke establecerá dos tipos de cualidades: las primarias y las secundarias. Las primeras serían aquellas que producen las ideas de solidez, extensión, forma y movilidad. Estas serían inseparables del cuerpo del objeto, y se conservan en él pese a cualquier alteración que se realice sobre el mismo. Podría decirse que las ideas que producen son 'objetivas' en el sentido de que copian al objeto mismo. Las cualidades secundarias serían más subjetivas, en el sentido de que no copian al objeto mismo, un ejemplo de ellas sería el color o la idea de dolor que se produce si un material afilado se clava en la piel. Éstas no se encuentran en el objeto mismo, a diferencia de las primarias, que tienen que ver verdaderamente con la naturaleza del cuerpo. Así, las cualidades secundarias son el resultado de las sensaciones que las cualidades primarias generan en nosotros: el color o el calor que 'emana' un cuerpo son el resultado de dichas partículas insensibles que parten del volúmen, forma y movimiento de los objetos. Como decimos, es importante tener en cuenta que si bien las cualidades primarias son objetivas, las secundarias no lo son, de manera que aunque éstas también producen ideas a través de dicho impulso, éste es resultado de las cualidades innatas y objetivas.

En cuanto a cómo las cualidades de los objetos producen ideas en la mente, Locke se explica con cierta vaguedad, y argue el argumento que mencionamos previamente: el impulso o movimiento de particulas insensibles. Locke dice que debe de haber algo en los objetos que 'afectando algunas partes de nuestro cuerpo, se prolongue por conducto de nuestros nervios o espíritus animales hasta el cerebro o el asiento de la sensación, para producir allí en nuestra mente las ideas particulares que tenemos acerca de dichos objetos.' La teoría del átomo de Demócrito puede mencionarse como un antecedente. Estaríamos hablando, pues de 'átomos de la percepción' o emanaciones.

Todo esto compone lo que el empirista Locke entiende como conocimiento, producto de ideas en la mente que llegan a ella a través del pensamiento y la sensibilidad de forma equivalente. Su planteamiento supone una vuelta de tuerca al sistema de Descartes, pues él partía de ideas innatas poniendo por delante la inspección de la mente antes que la sensibilidad, la necesidad de que la inspección esté activa para la percepción de realidades sensibles. Por otro lado, esta teoría de la percepción supone además una teoría de la mente de gran importancia en la filosofía, y que suele referenciarse como el origen de las concepciones modernas del yo y la identidad. Si pensar es ser consciente de tus propias percepciones, de las ideas producto de las cualidades de los objetos, esto supone una consciencia, definiendo Locke el yo como una continuidad de conciencia.