El Jardín el Edén.
Enviado por Ledesma • 21 de Marzo de 2018 • 3.130 Palabras (13 Páginas) • 605 Visitas
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El tercer filósofo de Mileto fue Anaxímenes que opinaba que el origen de todo era el aire y la niebla, lo que estaba muy relacionado con la teoría de Tales pues el agua surge del agua cuando llueve.
Nada puede surgir de la nada.
Todos los filósofos pensaban que existía una materia de lo que todo estaba hecho aunque evidentemente pensar que la materia se alteraría para convertirse en otra cosa era algo cuestionable.
Parménides definió con sus ideas que la fe en la razón humana se llama racionalismo.
De varias ideas Heráclito veía una unidad en todo a lo que llamó “Dios”.
Cuatro Elementos.
De mucho tiempo de debate Empédocles pensaba que existía un total de cuatro elementos, a los que llamó cuatro raíces: tierra, aire, fuego y agua.
Algo de todo en todo.
Si se separa una célula de la piel de un dedo, el núcleo de esa célula contiene no sólo la receta de cómo, es mi piel, sino que en la misma célula también está la receta de mis ojos, del color de mi pelo, de cuántos dedos tengo y de que aspecto, etc.
Después de leer esto Sofía tenía que poner en orden sus pensamientos, después de todo lo que acababa de leer.
Demócrito
… El juguete más genial del mundo…
Sofía buscaba una explicación ante su descubrimiento de que el lego era el juguete más genial del mundo, puesto que hacía mucho tiempo no jugaba con el y no lograba entender porque el lego estaba relacionado con la filosofía, por lo cual Sofía empezó a estudiar profundamente con el lego.
La teoría anatómica.
Mediante esta carta Sofía conoció al último gran filósofo de la naturaleza, Demócrito que venía de la ciudad costera de Abdera, al norte del mar Egeo.
Demócrito estaba de acuerdo con que los cambios en la naturaleza no se debían a que las cosas realmente cambiarían. Suponía por lo tanto, que todo tenía que estar construido por unas piececitas llamadas átomos.
La palabra átomo significaba indivisible por lo cual se consideraba que de lo que todo está hecho no se podía dividir.
Aristóteles
Mientras su madre dormía la siesta, Sofía se fue al Callejón. Había metido un terrón de azúcar en el sobre rosa y había escrito «Para Alberto» fuera.
No había llegado ninguna carta nueva, pero un par de minutos más tarde Sofía oyó que el perro se acercaba.
—¡Hermes! —llamó Sofía, y al instante el perro se metió de un salto en el Callejón, llevando un gran sobre amarillo en la boca—. ¡Buen perro!
Sofía puso un brazo alrededor de Hermes, que respiraba jadeante. Ella sacó el sobre rosa con el terrón de azúcar y se lo metió en la boca. Hermes salió del Callejón y se dirigió de nuevo al bosque.
Sofía estaba un poco nerviosa cuando abrió el sobre. ¿Diría algo sobre la cabaña y la barca?
El sobre contenía las hojas de siempre, que iban unidas con un clip. Pero también había una notita suelta.
Filósofo y científico
Querida Sofía. Seguramente estarás asombrada por la teoría de las Ideas de Platón. No eres la primera. No sé si te lo has creído todo, o si también has hecho algunas objeciones críticas. En ese caso, puedes estar segura de que las mismas objeciones fueron hechas por Aristóteles (384-322 a. de C.), que fue alumno de la Academia de Platón durante 20 años.
Aristóteles no era ateniense. Provenía de Macedonia y llegó a la Academia de Platón cuando éste tenía 61 años. Era hijo de un reconocido médico y, por consiguiente, científico. Este hecho dice ya algo del proyecto filosófico de Aristóteles. Lo que más le preocupaba era la naturaleza viva. No sólo fue el último gran filósofo griego; también fue el primer gran biólogo de Europa.
Podríamos decir que Platón estuvo tan ocupado con «los moldes» o «Ideas eternas», que no había reparado en los cambios en la naturaleza. Aristóteles, en cambio, se interesaba precisamente por esos cambios, o lo que hoy en día llamamos «procesos de la naturaleza».
No hay ideas innatas
Como los filósofos anteriores a él, Platón deseaba encontrar algo eterno e inmutable, en medio de todos los cambios. Encontró las Ideas perfectas, que estaban muy por encima del mundo de los sentidos. Platón opinaba, además, que las Ideas eran más reales que todos los fenómenos de la naturaleza. Primero estaba la «idea de caballo», luego llegaban todos los caballos del mundo de los sentidos galopando en forma de sombras en la pared de una caverna. Esto quiere decir que la «idea de gallina» estaba antes que la gallina y que el huevo.
Aristóteles pensaba que Platón había dado la vuelta a todo. Estaba de acuerdo con su profesor en que el caballo individual «fluye», y que ningún caballo vive eternamente. También estaba de acuerdo en que el «molde de caballo» es eterno e inmutable. Pero la «idea de caballo» no es más que un concepto que los seres humanos nos hemos formado después de ver un cierto número de caballos. Eso quiere decir que la «idea» o la «forma» de caballo no existen en sí. «Forma» del caballo es, para Aristóteles, las cualidades del caballo o lo que hoy en día llamamos especie.
Las formas son las cualidades de las cosas
Tras haber aclarado su relación con la teoría de las Ideas de Platón, Aristóteles constata que la realidad está compuesta de una serie de cosas individuales que constituyen un conjunto de materia y forma. La «materia» es el material del que está hecha una cosa, y la «forma» son las cualidades específicas de la cosa. Delante de ti aletea una gallina, Sofía. La «forma» de la gallina es precisamente aletear, y también cacarear y poner huevos. Así pues, la «forma» de la gallina son las propiedades específicas de la especie «gallina» o, dicho de otra manera, lo que hace la gallina. Cuando la gallina muere, y con ello deja de cacarear, la «forma» de la gallina deja de existir. Lo único que queda es la «materia» de la gallina (¡qué triste, verdad, Sofía!), pero entonces, ya no es una
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