La objetividad del conocimiento en las ciencias y la política sociales - Weber, Max
Enviado por Ledesma • 29 de Abril de 2018 • 2.509 Palabras (11 Páginas) • 556 Visitas
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Los campos de trabajo de las Cs. no están basados en las relaciones materiales de los objetos, sino en las relaciones conceptuales de los problemas. Allí donde se estudia un nuevo problema con la ayuda de un método nuevo, nace una nueva ciencia.
No es casualidad que el concepto de “lo social” adquiera un significado específico, aunque indefinido. (Lo general se debe a su indeterminación).
Casi todas las ciencias, han pretendido producir no sólo conocimientos específicos, sino también ideologías.
No existe ningún análisis científico objetivo de la vida cultural o los fenómenos sociales.
La ciencia social que queremos practicar es una ciencia de la realidad (lo individual). Queremos comprender la peculiaridad de la realidad de la vida que nos rodea. Nos interesa es el aspecto cualitativo de los hechos.
Hemos calificado de “ciencias de la cultura” a aquellas disciplinas que aspiran a conocer los fenómenos de la vida según su significado cultural. El significado de la estructuración de un fenómeno cultural y la causa de tal significado no se pueden deducir, sin embargo, de ningún sistema de conceptos legales, por muy perfecto que éste sea, como tampoco pueden ser fundamentados ni explicados por ellos, puesto que aquéllos presuponen la relación de los fenómenos culturales con las ideas de valor.
El concepto de cultura es un concepto de valor. Para nosotros, la realidad empírica es “cultura”, porque mientras la relacionamos con las ideas de valor ella abarca aquellos elementos de la realidad que a través de sus relaciones cobran importancia para nosotros.
Como es natural, no coincide con ninguna ley como tal y menos cuanto más general es dicha ley.
El significado cultural de un fenómeno puede manifestarse de forma masiva, pero el el hecho histórico que desempeña dicho papel lo que debe comprenderse desde el punto de vista cultural.
Lo único que introduce orden en este caos es la circunstancia de que, en cada caso, sólo una parte de la realidad individual reviste para nosotros interés y significación, porque únicamente ella muestra relación con las ideas de valor culturales con las cuales abordamos la realidad.
La investigación científico-cultural solo obtiene resultados “subjetivos” en el sentido que son válidos para unos, pero no para otros. Es decir, cuáles son el objeto de estudio y la profundidad de estudio en la infinidad de las conexiones causales sólo lo determinan las ideas de valor que dominan al investigador y a su época.
¿Cuál es la consecuencia de todo esto?
Sólo puede ser determinado a partir de los efectos “adecuados” de los elementos causales en cuestión. Depende de los casos individuales la medida en que el historiador podrá llevar a cabo con seguridad esa imputación a partir de su imaginación.
Que se trate siempre, aun en el caso de las “leyes económicas” sin excepción, no de “leyes” en el sentido riguroso de las ciencias naturales exactas, sino de conexiones causales adecuadas, expresadas en reglas, y, en consecuencia, de una aplicación de la categoría de “posibilidad objetiva” que no hemos de considerar en detalle aquí, en nada menoscaba la afirmación precedente. La determinación de tales regularidades, sin embargo, no es la meta sino el medio del conocimiento; y en cada caso constituye una cuestión de oportunidad establecer si tiene sentido expresar en una fórmula, como “ley”, una regularidad de relación causal conocida a partir de la vida cotidiana. Para las ciencias naturales exactas, las “leyes” son tanto más importantes y valiosas cuanto más universalmente válidas. Para el conocimiento de los fenómenos históricos en su condición concreta, las leyes más generales son por lo común también las menos valiosas, en cuanto las más vacías de contenido. Mientras más amplio es el campo de validez de un concepto genérico (su extensión), tanto más nos desvía de la riqueza de la realidad, ya que para contener lo común al mayor número posible de fenómenos debe ser lo más abstracto posible y, en consecuencia, más pobre en contenido. En las ciencias de la cultura, el conocimiento de lo general nunca es valioso por sí mismo.
Entonces, las Cs. Sociales y Cs. Naturales tienen distintos métodos de estudio, por eso no se puede tomar como modelo a las Cs. Naturales.
En Cs. Sociales no podemos alcanzar “leyes absolutas” que expliquen los fenómenos históricos o sociológicos, porque es imposible que una hipotética ley indiscutible incorpore cada caso concreto, porque para ello sería necesaria una abstracción (y entonces sería más vaga y menos concreta). Pero sí es posible que las Cs. Exactas den explicaciones universales y absolutas.
El conocimiento científico es limitado/finito, y la realidad infinita.
De lo dicho hasta aquí se infiere que carece de sentido un tratamiento “objetivo” de los procesos culturales, si por tal se entiende que , como meta ideal de la labor científica, haya de valer la reducción de lo empírico a “leyes”. Esto no se debe, contrariamente a lo que con frecuencia se sostiene, a que los procesos culturales o psíquicos, por ejemplo, se comporten “objetivamente” de una manera menos “legal”, sino a las siguientes razones: 1) a que el conocimiento de las leyes sociales no implica conocimiento de la realidad social sino, antes bien, uno de los diversos medios auxiliares que nuestro pensamiento emplea con ese fin; y 2) a que el conocimiento de los procesos culturales sólo es concebible sobre la base de la significación que la realidad de la vida, configurada siempre en forma individual, tiene para nosotros en determinadas conexiones singulares.
“Cultura” es una sección limitada de la infinitud desprovista del sentido del acaecer universal, a la cual los seres humanos otorgan sentido y significación. Ella sería tal incluso para los hombres que se opusieran a una cultura concreta como a su mortal enemigo, y exigieran un “retorno a la naturaleza”. En efecto, sólo podrían llegar a esa toma de posición en cuanto refirieran esa cultura concreta a sus ideas de valor y la encontrasen “demasiado frívola”. Es este hecho puramente lógico-formal el que mentamos aquí, cuando nos referimos a la vinculación necesaria desde el punto de vista lógico de todos los individuos históricos con “ideas de valor”.
La premisa trascendental de toda ciencia de la cultura no consiste en que encontremos plena de valor
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