La creación del Colegio de Nuestra Señora de la Caridad en la Ciudad de México en el siglo XVI

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Bastante información adquirí de la importancia de la mujer como madre y su función en la sociedad Novohispana, gracias a la obra de Pilar Gonzalbo Las mujeres en la Nueva España: Educación y vida cotidiana, el problema es la temporalidad de la investigación la cual no satisface los objetivos de mi investigación porque sus párrafos se centran un poco en el siglo XVI, mientras que el apogeo de la colonia (siglo XVII y XVIII) en México es donde se sitúa la investigación de Pilar Gonzalbo. El trabajo que realizó tiene una dirección hacía el pensamiento que se tuvo sobre la mujer y la creación de un ideal, la ausencia que tiene es que el análisis que realiza carece de lo que busco demostrar, la relación entre la mujer educada por el Colegio y la familia que creó después de haber conseguido contraer matrimonio.

Para comprender el por qué de la educación de la mujer es necesario conocer lo que para los españoles era la mujer y cual era la necesidad de educarla. En el siglo XVI España aún se encontraba inmersa en la Edad Media por lo cual la mayoría de instituciones e ideas que llegaron a México con los conquistadores pertenecen a la mentalidad católica.

La mujer es el ser inferior y peligroso que debe apaciguar, la mujer era >, el > responsable de la Caída el símbolo de la impureza[11] es tal vez por eso que su educación en la sociedad cristiana-medieval se enfoca en apaciguar a la mujer pues ella es muy susceptible al pecado por ser causa de la condenación del hombre y su destierro del jardín del Edén, una justificación, el por qué se le debía educar desde la infancia para evitar que cometiera el mismo error que Eva, ya que estaba en su naturaleza el pecado. También es importante reconocer que el surgimiento del humanismo empezaba a influir en gran mediad en lo que debía ser la mujer, la sociedad precortesiana consideraba que su función en la vida es ser una buena esposa y madre.

A pesar de que fuese un ser peligroso para la tradición cristiano-judía, la mujer en esa época era considerada seno de la familia, la cual cuidaba y ayudaba al marido, educaba con los valores cristianos a los hijos, era símbolo de el recato, el respeto, en palabras de un hombre de la época (Fray Luis de León):

“El oficio natural de la mujer y el fin para Dios la crió es para que sea ayudadora del marido, y no su calamidad y desventura; ayudadora y no destruidora. Para que le alivie de los trabajos que trae consigo la vida casada, y no para que le añada nuevas cargas.[12]”

La que aprendieron las mujeres en el Colegio de Santa Teresa las formo como madres y esposas, algo que es muy fácil de demostrar, lo que es de mi interés es comprender como funciona esa educación para poder adentrarnos a la constitución de la familia y el ideal de la mujer. Es conveniente dar un ejemplo de lo que quiero realizar, primero que nada debemos adentrarnos a la educación, las alumnas del Colegio de Santa Teresa aprendían todo lo necesario para satisfacer las necesidades de un hogar más allá de los oficios domésticos como: lectura, escritura, cuentas, música y labores de manos[13]. Estas materias fueron impartidas en el colegio porque se reconocía la importancia de la función de la mujer en le educación de los hijos, se aprendían dogmas, mandamientos y obligaciones que se ocuparan cuando se debía relacionarse con Dios y el prójimo, además de que se enseñaban los deberes con la Iglesia y el Estado para la buena convivencia a partir de la disciplina, la lectura fue indispensable para la enseñanza, a través de pequeños documentos de sorprendente sencillez llamados Cartillas, las mujeres aprendían de memoria los sacramentos y deberes que después debían compartir con sus hijos. La mujeres que adquirieron estas herramientas pronto se adentraron más a la lectura, lo cual les permitió adentrarse cada vez más a los campos del saber, sin ellas a mi parecer no hubiese sido posible que los hombres que criaron adoptasen con tanta facilidad las costumbres cristianas y precortesianas que les permitieran crear una sociedad apegada a los lineamientos culturales que occidente había creado a lo largo de su historia, la integración de las mujeres a través de la educación también les dio el ideal de mujer perfecta, el cual permitió en gran mediada en la mentalidad de los Novohispanos porque para ellos la mujer debía ser todo lo que ellos no podían ser, ya que su forma de vida les impedía ser delicados y atentos, no tenían el tiempo para serlo, como tampoco la sociedad de esa época hubiese permitido que un hombre actuar de esa forma.

Sin ellas jamás hubiera fundado una familia “tradicional” ¿Quien hubiese cocinado con la delicadeza y amor de una madre más que ella? se puede imaginar uno lo distinta que sería la infancia sin aquella fuerte influencia que tiene un platillo considerado especial cocinado por su mamá, no es ese recuerdo el que nos hace imaginar a una mujer en la cocina porque es ella la única que tiene las habilidades para preparar dicho alimento que nos reconforta después de un largo día de trabajo o estudio. Es evidente que los hombres de aquella época buscaron una mujer que a través de su cariño los reconfortará y aliviará sus penas, por eso crearon aquel ideal de un individuo hogareño y amoroso que los ayudará en sus momentos de crisis. Es evidente que más allá de aprender la lectura y las manualidades que utilizaron para crear telares que ocuparan la mente de la mujer, su importancia germina en la influencia sentimental y emocional que tenían en la vida familiar. Tal vez es esta una de las razón por la cual los hombres de ese tiempo se preocuparon tanto por apaciguarla y educarla, se dieron cuenta que ellas controlaban sus hogares más allá del poder económico o la autoridad paternal que tuvieran.

Bibliografía.

-Muriel Josefina, La sociedad Novohispana y sus Colegios de Niñas, México, UNAM, 1995,

-Gonzalbo, Pilar, Las mujeres en la Nueva España: Educación y vida cotidiana, Colegio de México, México, 1987

-Gonzalbo, Pilar, La educación de la mujer en la Nueva España, México, Ediciones el Caballito, 1985, p. 45.

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