PROGRAMA DE HORARIO EXTENDIDO (CONDOR)
Enviado por klimbo3445 • 26 de Enero de 2018 • 6.562 Palabras (27 Páginas) • 295 Visitas
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De “El niño abandonado: familia, afecto y equilibrio personal”, 1981; si se resolviera su situación jurídica, un alto porcentaje sería adoptado” (Revista Milenio, Viernes 20 de Noviembre de 2009). Los datos anteriores, son titulares en periódicos y noticias de México en los últimos años, las cifras son alarmantes y siguen incrementándose. En el año 2005, en el segundo Conteo Nacional de Población que realizó el INEGI, quedó registrado que en nuestro país 28 mil 107 niños, niñas y adolescentes por algún motivo no pueden vivir con su familia de origen y están institucionalizados en cualquiera de las 657 casas hogar. De ellos, 11 mil 75 se encuentran en situación de desamparo y si se resolviera su situación jurídica, un alto porcentaje sería entregado en adopción a alguna familia; sin embargo, el 77% de ellos tiene entre 7 y 18 años, edad poco aceptada por los posibles adoptantes.
En consecuencia, el mayor problema para que estos niños sean entregados en adopción, radica en la lentitud para resolver su situación jurídica y los múltiples trámites que se deben cubrirse. Diversas organizaciones sociales han promovido reformar las leyes sobre la adopción, con la finalidad de agilizar los trámites; sin embargo éstas propuestas no han tenido eco en el Congreso, donde por lo menos se tienen dos iniciativas.
En nuestra cultura no es habitual la educación en expresión verbal y no verbal de las emociones. Es el momento de irles enseñando progresivamente a los niños a poner nombre a las emociones básicas y a captar los signos de expresión emocional de los demás, a interpretarlas correctamente, asociarlas con pensamientos que faciliten una actuación adecuada y a controlar emociones que conlleven consecuencias negativas. Puede aprovecharse cualquier situación para hacer que se fijen los niños en las emociones. Por ejemplo, cuando se sientan contentos, tristes o enfadados, diciéndoselo explícitamente, animándoles a que presten atención a los gestos de cada emoción, a lo que les produce cada una de ellas. Un paso más adelante será hacer que se fijen en las emociones de otros, en cómo se sienten, para que puedan llegar a compartir emociones y tener presente su importancia dentro de las relaciones sociales.
Dichas habilidades se pueden aprender aprovechando cada momento cotidiano en el hogar o en el aula. Sin embargo, enseñar al niño a controlar sus emociones es diferente a reprimirlas. Tendrá que aprender a expresarlas de acuerdo con el momento, la situación y las personas presentes y, en este aspecto, el adulto ha de sentirse cómodo y hacerlo de forma adecuada.
Desde que el niño es pequeño y juega con otros niños será importante ir enseñándole lo que significa el respeto a los demás (mediante el respeto de turnos, prestar juguetes, no mostrarse agresivo), la relación con los demás (saludando y despidiéndose, pidiendo las cosas antes de quitarlas, aprendiendo a iniciar juegos) y la expresión de los propios sentimientos. Esto se convertirá en una tarea mucho más fácil si la educación emocional comienza desde que el niño nace, si procuramos que el entorno familiar sea estimulante para el niño, proporcionándole a menudo expresiones de cariño y diciéndole todo aquello que hace bien.
El tiempo que se comparte con los niños es vital para proporcionarles un marco de apoyo en el que se desarrolle de forma adecuada su inteligencia emocional.
La educación de las emociones tiene un gran peso en la prevención de posibles problemas emocionales y en el desarrollo de la personalidad del niño. Esta forma de educación debe ser, sin embargo, un proceso continúo y permanente, se puede y debe realizar a lo largo de toda la vida. La competencia emocional se logra a través de la experiencia, de la práctica diaria, contemplando cada momento como una gran oportunidad para aprender y mejorar en este aspecto.
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Desarrollo Fisiológico y Cognitivo (Etapas según Jean Piaget)
- Sensorio-motriz
De 0 a 2 años. En tal estadio el niño usa sus sentidos (que están en pleno desarrollo) y las habilidades motrices para conocer aquello que le circunda, confiándose inicialmente a sus reflejos y, más adelante, a la combinatoria de sus capacidades sensoriales y motrices. Aparecen los primeros conocimientos y se prepara para luego poder pensar con imágenes y conceptos.
Los niños construyen su comprensión del mundo a través de la coordinación de sus experiencias sensoriales (como la visión y la audición) con las acciones físicas y motrices. Comienzan a poner en uso ciertas funciones cognitivas como la memoria y el pensamiento. Se sirven de la imitación para ampliar su repertorio conductual.
Este período de la inteligencia sensorio-motriz puede subdividirse a su vez en otros seis estadios o sub-etapas.
- Preoperatorio
El estadio preoperatorio es el segundo de los cuatro estadios. Sigue al estadio sensorio-motor y tiene lugar aproximadamente entre los dos y los siete años de edad.
Esta etapa está marcada por el egocentrismo, es una etapa basada en el mí, mío y yo. Un segundo factor importante en esta etapa es la Conservación Es decir, si el agua contenida en un vaso corto y ancho se vierte en un vaso alto y fino, los niños en esta etapa creerán que el vaso más alto contiene más agua debido solamente a su altura.
Su conversación se conoce como monólogos colectivos. Representan conceptos desarrollando y utilizando símbolos, usualmente en forma de palabras.
Son procesos característicos de esta etapa: el juego simbólico, la centración, la intuición, el animismo, el egocentrismo, la yuxtaposición y la falta de reversibilidad (incapacidad de conservar propiedades –de un objeto–).
- Operaciones Concretas
De siete a 12 años de edad. Cuando se habla aquí de operaciones se hace referencia a las operaciones lógicas usadas para la resolución de problemas. El niño en esta fase o estadio ya no solo usa el símbolo, es capaz de usar los símbolos de un modo lógico y, a través de la capacidad de conservar, llegar a generalizaciones atinadas. Alrededor de los 6/7 años el niño adquiere la capacidad intelectual de conservar cantidades numéricas: longitudes y volúmenes líquidos. Aquí por 'conservación' se entiende la capacidad de comprender que la cantidad se mantiene igual aunque
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