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EL PECADO La bondad de Dios y la malicia del hombre

Enviado por   •  20 de Noviembre de 2018  •  5.070 Palabras (21 Páginas)  •  454 Visitas

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Pero se resentiría aún más la Teología Moral, dado que negar el «bien» y el «mal» equivale a abolir la ciencia ética. Algo así como ocultar la salud y la enfermedad es quitar el fundamento a la Medicina o negar la existencia de derechos y deberes, o sea la justicia, acabaría con la ciencia del Derecho.

El mal moral llamado «pecado» no puede desaparecer, pero sí cabe que disminuya la conciencia que se tenga de él y aún el juicio condenatorio que merece. Las causas que motivan el eclipse del sentido del pecado son, entre otras, las siguientes:

a) El relativismo cultural y ético. En efecto, en la medida en que se profesa un relativismo ético, la cultura se desliza lentamente a la negación del pecado como algo real y permanente.

b) Las falsas acusaciones de un sector de la psicología actual. Es curioso constatar que algunos psicólogos pretendan negar la realidad del pecado con el fin –afirman- de que no traumatice la conciencia de los individuos. Ellos propugnan una «moral sin pecado» para liberar al hombre del «sentimiento morboso de la culpa». Estos tales no quieren entender que el pecado traumatiza al hombre sólo en el caso de que no existiese el perdón. Por el contrario, conforme a la concepción cristiana, el pecado, lejos de traumatizar, ayuda a la liberación, puesto que en el cristianismo todo pecado tiene la salida del perdón, en el cual se refleja el amor de Dios que perdona.

c) La confusión entre moralidad y legalidad. Es claro que una sociedad regulada por tantas leyes, tiende a tener como «bueno» aquello que está permitido por la ley y como «malo» lo que está prohibido. De ahí que algunos pretenden sustituir los Diez Mandamientos por el Código Penal, hasta el punto de considerar moralmente permitido todo aquello que no es castigado por la ley.

d) El secularismo. Es evidente que una concepción religiosa de la existencia facilita la valoración del pecado, mientras que la pérdida del sentido religioso conduce lógicamente a negarlo. Posiblemente, esta sea la causa más importante y la que hoy juega el papel decisivo en infravalorarlo, pues, si se oscurece el sentido de Dios, también el sentido del pecado se hace opaco. A lo sumo, el pecado lo reduce sólo a lo que considera «delito».

e) Algunos fenómenos internos de la vida eclesial. Juan Pablo II formula este hecho en los siguientes términos:

«Incluso en el terreno del pensamiento cristiano y de la vida eclesial algunas tendencias favorecen inevitablemente la decadencia del sentido del pecado. Algunos, por ejemplo, tienden a sustituir actitudes exageradas del pasado con otras exageraciones; pasan de ver pecado en todo a no verlo en ninguna parte; de acentuar demasiado el temor de las penas eternas a predicar un amor de Dios que excluiría toda pena merecida por el pecado; de la severidad en el esfuerzo por corregir las conciencias erróneas a un supuesto respeto a la conciencia que suprime el deber de decir la verdad» (RP, 18).

Definición y división del pecado

Conforme al principio aristotélico que sentencia: «en cuestiones complicadas la mejor praxis es una buena teoría», parece que, para superar la crisis sobre el pecado, será necesario empezar fijando su definición exacta y especificando las distintas especies que cabe mencionar.

Definición

La tradición moral ha dado diversas definiciones. He aquí dos más comunes:

a) «Pecado es el alejamiento de Dios y la conversión a las criaturas» (Aversio a Deo et conversio ad creaturas).

San Agustín y Santo Tomás recogen esta definición que ya se ha hecho clásica. Según este concepto, peca quien apuesta por las criaturas alejándose de Dios. «Alejamiento» («aversio») no cabe traducirlo por odio, simplemente, basta con que sea desamor. Por ello, el que peca ama a las criaturas (las cosas, su propio bien...) por encima del amor a Dios, al que está obligado a «amarle sobre todas las cosas».

b) «Pecado es una ofensa a Dios, porque no se cumple su voluntad».

Según esta definición, el que peca incumple el querer de Dios, el cual, dado que es Padre, quiere que el hombre -ejerciendo la libertad- sea fiel a su voluntad, la cual busca el bien del hombre. Ahora bien, la persona humana, herida por el pecado, se deja conducir por las pasiones que la incitan al mal y la separan de Dios.

A estas dos definiciones clásicas, se podrían añadir otras dos que aúnan la anteriores y se encuentran en el Catecismo de la Iglesia Católica:

«El pecado es una ofensa a Dios. Se alza contra Dios en una desobediencia contraria a la obediencia de Cristo» (CEC, 1871).

«El pecado es un acto contrario a la razón. Lesiona la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana» (CEC, 1872).

Estas dos fórmulas, más que definiciones propiamente dichas representan una descripción clara de la causa y de los efectos que produce el pecado. Un buen resumen se recoge en el Catecismo de la CEE. Según este Catecismo el pecado es:

- La violación de la Ley de Dios

- Alejarse de Dios y volverse hacia las criaturas

- Una ofensa a Dios (Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia, p. 294).

El cúmulo de males que produce el pecado queda expresado en la pluralidad de nombres con que la Biblia lo designa. Así, por ejemplo en el Antiguo Testamento «pecado» se expresa con los términos «hatta’t» (desviarse, caer), «pesa» (rebelarse), «awon» (equivocarse), «nebalah» (infamia), «asam» (infamia), «n’balah» (crimen, impiedad) «ma’al» (perfidia), «ra’ah» (maldad), «sik’lut» (necedad), etc.

La nomenclatura en el griego del Nuevo Testamento es menos extensa. Se usa con profusión el término «amartía» (desviarse, perder el camino), «anomia» (iniquidad) «adiquía» (injusticia) «asébeia» (impiedad) etc. Además abundan otras expresiones que equivalen a las significaciones que recoge el Antiguo Testamento.

Consecuentemente, al hilo de la etimología de la palabra «pecado» la Biblia quiere significar la multitud de males que entraña. En efecto, el pecado es una «infamia», un «crimen», una «impiedad» una «perfidia» una «necedad», una «iniquidad», una «injusticia» o, simplemente una gran «maldad». Quien peca «se desvía», «cae»,

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