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La descontextualización de la escuela/sociedad y el rol del docente

Enviado por   •  23 de Agosto de 2018  •  4.021 Palabras (17 Páginas)  •  421 Visitas

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La propuesta de cambio que planteamos sobre este desajuste es que la institución escolar debe aprender a trabajar con, y a partir de las diferentes culturas y saberes que cada niño trae con él. “Las nuevas generaciones son portadoras de culturas diversas, fragmentadas, abiertas, flexibles, móviles, inestable. No es posible ni deseable negarlas” (Tenti Fanfani, 2000) (Grivtz, 2003:13). Y toamos los consejos de Tonucci (2008):

Hay que pedirles a los alumnos que se conecten con su microhistoria familiar, la historia de su barrio. Hoy no es necesario estudiar historia de los antepasados, sino la actual. Que traigan el periódico al aula y se estudie sobre la base de cuestiones que tienen que ver con el aquí y ahora. Esto los ayudará a interesarse luego por culturas más lejanas y entrar en contacto con ellas. La escuela debe hacerse cargo de las bases culturales de los chicos. Antes de ponerse a enseñar contenidos, debería pensarse a sí misma como un lugar que ofrezca una propuesta rica: un espacio placentero donde se escuche música en los recreos, que esté inundado de arte; donde se les lean a los chicos durante quince minutos libros cultos para que tomen contacto con la emoción de la lectura. Los niños no son sacos vacíos que hay que "llenar" porque no saben nada. Los maestros deben valorar el conocimiento, la historia familiar que cada pequeño de seis años trae consigo[9].

Ahora bien, cuál sería uno de los indicios que podemos observar en el aula como consecuencia de esta descontextualización. ¡El aburrimiento de los niños! Ejemplificaremos este tema en comparación con cada eje desarrollado previamente. En relación a la tecnología Ken Robinson (2011) en su video “Cambiando paradigma” nos dice que:

Nuestros niños están viviendo el período de estímulo más intenso de la tierra. Están siendo asediados por información que llama su atención de cada plataforma: computadoras de los iPhones, de avisos publicitarios, de cientos de canales de televisión, y por eso son penalizados, porque se distraen… ¿De qué? ¡De cosas aburridas! ¡La mayor parte de la escuela! (min. 4:30)[10]

En relación a la cultura Tonucci (2008) lo expone de la siguiente manera: “La escuela no se relaciona con la vida porque propone conocimientos inútiles que nada tienen que ver con el mundo que rodea al niño. Y con razón éstos se aburren”[11].

Todo lo anteriormente desarrollado intenta explicar la necesidad urgente de un cambio en este sistema. Cambio que no es fácil de realizar porque sabemos que se requiere principalmente de un acompañamiento de políticas públicas que respalden la nueva propuesta y que está fuera de nuestro alcance inmediato. Pero Silvina Gvirtz (2003) nos da un aliento de esperanza al decir que “no podemos subestimar todo lo que la escuela y los maestros podemos hacer para mejorar su calidad porque estamos convencidos de que, en todos los contextos, la escuela puede generar mejoras significativas”[12]. (p. 114).

Entonces, los docentes y futuros docentes podemos empezar o continuar haciendo cosas desde la escuela, para que estos cambios se lleven a cabo. Una de las propuestas sería adoptar el perfil de profesor más favorable, capaz de cumplir con esa misión propuesta por el pedagogo italiano. Para adoptar este perfil en un sistema con muchos vestigios de escuela tradicional es que alentamos a sumergirse en la teoría de la resistencia, que implica oponernos a una tradición, a un conjunto de normas desarticuladas con lo que se pretende lograr, rompiendo esas reglas que nos ponen trabas para ejercer el rol del profesor que se demanda. “Es pensar en las instituciones y en los sujetos que viven en ellas, como escenarios de imposición, pero también de resistencia a aquello que se impone y, por lo tanto, como escenario de cambio”[13] (Gvirtz, 2003:95).

Para finalizar diremos que el perfil del docente para implementar el uso de la tecnología, como medio para formar seres críticos y fomentar el trabajo en equipo, teniendo en consideración la cultura de cada individuo, debería estar basado sobre los consejos que nos aporta Tonucci (2008):

Que los maestros aprendan a escuchar lo que dicen los niños; que se basen en el conocimiento que ellos traen de sus experiencias infantiles para empezar a dar clase. "No hay que considerar a los adultos como propietarios de la verdad que anuncian desde una tarima". No creo en la postura dogmática de la maestra que tiene el saber y que lo transmite desde una tarima o un pizarrón mientras los alumnos (los que no saben nada), anotan y escuchan mudos y aburridos. El niño aprende a callarse y se calla toda la vida. Pierde curiosidad y actitud crítica.

Que los maestros no llenen de contenidos a sus estudiantes, sino que escuchen lo que ellos ya saben, y que propongan métodos interesantes para discutir el conocimiento que ellos traen de sus casas, de Internet, de los documentales televisivos. "¡Que se acaben los deberes! Que la escuela sepa que no tiene el derecho de ocupar toda la vida de los niños. Que se les dé el tiempo para jugar. Y mucho"

Que el maestro sea un facilitador, un adulto que escuche y proponga métodos y experiencias interesantes de aprendizaje. Generalmente los pequeños no están acostumbrados a compartir sus opiniones, a decir lo que no les gusta. Los docentes deberían tener una actitud de curiosidad frente a lo que los alumnos saben y quieren. Les pediría a los maestros que invitaran a los niños a llevar su mundo dentro del colegio, que les permitieran traer sus canicas, sus animalitos, todo lo que hace a su vida infantil. Y que juntos salieran a explorar el afuera[14].

La ideología que compartimos para la construcción de dicho perfil se respalda en la pedagogía de a liberación planteada de Freire por Jesús Palacios (1989):

Para él (Freire) educar es crear la capacidad de una actitud crítica permanente, actitud que permita al hombre captar la situación de opresión en que se halla sumido y captar esa situación de opresión como limitante y transformable. Educar, para Freire, no es transmitir conocimientos hechos y estáticos, sino crear una situación pedagógica en la que el hombre se descubra a sí mismo y aprenda a tomar conciencia, del mundo que le rodea, a reflexionar sobre él, a descubrir las posibilidades de reestructurarlo y actuar sobre él para modificarlo. Toma de conciencia, reflexión y acción se convierten, así, en los elementos básicos inseparables del proceso educativo” (Jesús Palacios, p. 279)[15].

Esta propuesta claramente “dista mucho de los otros modelos de escuela organizados en torno a una pirámide jerárquica de autoridad, autoridad instituida en el rol del docente

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