El desarrollo de la inteligencia emocional

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Una de las claves mas importantes para maximizar la inteligencia emocional, es aprender a expresar el amor hacia los demás de forma explicita y puntual, es enamorarse de todo lo que hay alrededor, contemplar la belleza de cada rincón y cada persona por más desconocida que sea, y extraer enseñanzas que formen nuevos hábitos de vida. Respecto a esto, aprender a sentirse parte de un todo, no solo implica la relación con el núcleo familiar, si no también con la familia socialmente construida fuera del hogar, pese a las diferencias individuales que existen alrededor del mundo entero.

Es importante preguntarse el porque de TODO e indagar en lo que parece superficial o parcial, sentir curiosidad nos lleva a investigar el porqué de las cotidianidades las cuales pueden ayudar a resolver situaciones problemáticas presentes en algún momento; es decir que se puede simplificar la solución a una específica situación, dejando entre ver que si los seres humanos prestaran atención al día-día es posible adquirir mayores aprendizajes que se integren de manera complementaria para ayudarles a vivir mejor y estar preparados para reaccionar de acuerdo a la inteligencia emocional ante X o Y situación.

Sumado a esto, el sentido que una persona le da a sus afectos obedece a cómo los recopiló en su historia particular; por el efecto de mecanismos de defensa que deben trabajarse en la inteligencia emocional para que la persona pueda interpretar las emociones y actuar de manera adecuada o inadecuada en diversas situaciones. La mayoría de todos los estados afectivos de una persona se manifiestan a través de la tensión o relajamiento muscular, por ejemplo en el movimiento ocular, movimientos de la boca, de los miembros superiores, sobre todo de las manos (sudoración, temblores, etc.), este conjunto es un ejemplo básico en inteligencia emocional.

Es importante tener siempre en cuenta que son los propios pensamientos, cambios corporales y comportamientos los que desencadenan las respuestas emocionales, y no los actos de otra persona o los acontecimientos exteriores. Lo cual permite entender que el poder de controlar la ira o el disgusto y, de hecho, todas las demás emociones, están en manos de la propia persona.

Finalmente, al expresar de manera coherente lo que sentimos, estaremos conjugando la racionalidad con la emotividad puesto que, científicamente el cerebro funciona en su totalidad gracias a que el hemisferio derecho y el izquierdo están en una interacción continua; la mejor manera de iniciar el desarrollo de la inteligencia emocional es estar en constante aprendizaje con nuestros colegas, profesores, amigos, hermanos o familia en general, ya que estos son una fuente continua de información, reto, estimulación, y retroalimentación ante las destrezas sociales, perceptivas de lenguaje, cognitivas y físicas (Punset, 2008).

Referencias

- Goleman, D. (1996). La Inteligencia Emocional. Barcelona, España: Kairos.

- Salovey, P. & Grewal, D.. (2006). Inteligencia Emocional. Mente y Cerebro, 16, pp. 10-20.

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