LOS PARADIGMAS.

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Son altamente valorados, desde esta perspectiva, el fuerte liderazgo del director, los objetivos claros, la buena planificación, el control, el orden y la disciplina en todo el ambiente escolar.

El paradigma interpretativo simbólico pone el énfasis de su investigación en el modo en que los sujetos perciben los fenómenos sociales. En cómo las personas experimentan e interpretan el mundo social y cómo interactúan entre sí. No interesa tanto el cuánto; preocupa más el cómo. Es así como la teoría se constituye en una reflexión desde la práctica. Se intenta describir la realidad para poder comprenderla. En este paradigma se concibe al individuo como un ser interactivo, comunicativo, que comparte significados. La actividad científica le ayuda al individuo a conocer y comprender esos significados. Lo más importante no es lo que ocurre sino el significado de lo que ocurre.

En este marco la escuela es una construcción cultural: el resultado de los significados e intenciones compartidas y construidas por los miembros de la comunidad educativa.

A modo de ejemplo, cuando una escuela adhiere a este paradigma, en la práctica cotidiana adquieren importancia los ritos y ceremonias, las despedidas, las celebraciones, etc.; por otra parte se favorece el trabajo cooperativo para el desarrollo de proyectos y la búsqueda consensuada de metas.

En el paradigma sociocrítico la educación no puede separarse de la realidad entendida como las condiciones ideológicas, económicas, políticas e históricas en un tiempo y en un lugar.

Esta realidad condiciona a la educación pero, a su vez, la educación contribuye a moldear esa realidad.

Es decir que la educación está íntimamente comprometida con la transformación de la realidad desde una dinámica liberadora y emancipadora de los individuos.

Para ello el sujeto debe ser reflexivo: reflexionar sobre sí mismo y con los demás. La realidad es dinámica e inacabada, se está construyendo permanentemente.

La escuela ambiciona llegar a planteamientos que buscan la transformación social, cultural y política y entiende que el cambio puede producirse a través de la eliminación de las formas de dominación.

Estas ideas tiñen todo el accionar de la escuela y también su organización: los valores sociales y políticos se sitúan por sobre los académicos por lo que el directivo se concibe como un analista de la estructura ideológica de la escuela que rediseña toda la actividad escolar ordenándola a esos valores. Se prioriza así el análisis de la realidad, el conflicto, los grupos internos de poder.