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Las enfermedades psicosomáticas

Enviado por   •  25 de Junio de 2018  •  17.305 Palabras (70 Páginas)  •  286 Visitas

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Sobre el fenómeno psicosomático:

Sabemos de la existencia del mundo material. Nuestro Sistema Nervioso Central, desde su mirada bifronte, nos avisa del palpitar de lo que llamamos nuestro interior, de lo que llamamos nuestro exterior. Materialidad, que inicialmente no es otra cosa que un agregado de partes relacionadas de un modo particular. Antes ha sucedido el tránsito de lo inorgánico a lo orgánico, en una cascada de complejidad evolutiva creciente, que termina en nuestra especie. Nada de lo existente escapa a la Relación, por eso siempre repetimos que ella es la Categoría fundamental de lo viviente. Vida que entendemos como procesos en constante auto eco organización, concepto donde se funden las ideas de autonomía y dependencia. Ese existente, del que nos anoticiamos constantemente, se sustenta en la Energía insita en la Materia Organizada. Se hace entonces factible el Trabajo, fuerza que se extiende a lo largo de las constantes Espacio y Tiempo. Trabajo que se muestra ante nuestra permanente sorpresa: el giro de los cuerpos celestes, la semilla que germina, el canto de los pájaros, el niño que palpita en las entrañas de su madre. Todo ante la mirada omnímoda del Sol. El Hombre, ese animal curioso, se pregunta sobre la Existencia. Una manera de preguntarse sobre él mismo.

Lo que llamamos Instinto, que no diferenciaré para nada de Pulsión, es una Proposición Explicativa, en términos más simples un conjunto de relaciones llamados Conceptos. Que buscan ligar, moderar nuestra sorpresa ante aquella movilidad y sus efectos. Por eso Freud estuvo una vez más genial cuando llamó a su Teoría de los Instintos, “mi mitología”. Por que seguramente entendía, como gran biólogo que era, que estaba llamando así a una serie de fenómenos tratando de entender todo esto alejándose del vitalismo o el animismo. Es entonces la noción de Instinto el hilo conductor que serpenteando los bordes de nuestro cuerpo, de entrada y desde siempre, inentendible sin los otros cuerpos, el que nos lleva de la mano a lo Psicosomático.

Conocemos desde y con el cuerpo. Cuerpo unitario que en huellas memorizadas de su encuentros, de la información, adquiere su distintividad. Que emerge como paradojal desde la interindividualidad. Somos uno y somos los otros. Somos pasajeros y somos eternos. Somos la parte y somos el todo. En la inmanencia de nuestra forma – fondo se refleja la trascendencia. Entendiendo por esta última nuestra inesquivable pertenencia al todo. Cuerpo unitario que, como dije antes, es de entrada vincular. No podría ser de otra manera.

Y es el derrotero de ese cuerpo relacional donde se inscribirán las vicisitudes de los encuentros venidos y por venir. Ya que llegamos al mundo, habiendo recorrido de un plumazo la historia de todos. Esto es, dicho ahora con menos poesía, las inscripciones que se patentizan en la doble hélice de los ácidos nucleicos. En nuestros genes. Desde allí, desde ese enorme y maravilloso depósito, trasfondo de aconteceres desde tiempos inmemoriales, nos largamos a caminar, desnudos y anhelantes, por los caminos que con mayor o menor fortuna nos deparen diversos acontecimientos. Necesarios para sobrevivir, luego para vivir.

Y es entonces que vamos alojando, si es que la fortuna nos acompaña, distintas modalidades de tramitación. Desde las tramitaciones rápidas, fugaces, casi automáticas del Principio de Nirvana, hasta las más demoradas y trabajosas, ya al final del recorrido, más útiles, las del Principio de Realidad. Pasando, desde ya, por ese extenso reino intermedio que es el Principio del Placer. La Muerte como parte de la Vida. “Vivir de muerte, morir de vida” es un buen lema para toda esta lógica. Sí, sostendremos que tal vez convenga penar en una sola Pulsión. Con sucesivas estilizaciones. Desde los códigos viscerales, los analógico icónicos al lenguaje. Lenguaje que representa una metáfora de la carne alguna vez casi innominada. Las palabras son descargas cualificadas que intentan, casi siempre en vano, recubrir la potencia convocante de la imagen y los afectos fundantes.

Es ese cuerpo relacional vincular, ese cuerpo topológico, que por medio de la acción se va construyendo en su singularidad. Va alcanzando su estructuración, como un edificio que no estaba desde antes, salvo en aquello atinente al ya citado ácido desoxirribonucleico. Sabemos que el Sistema Nervioso está preparado para la Acción. De sus avatares funcionales somos lo que somos. Sostendremos entonces tres principios entrelazados: Pragmatismo, Constructivismo, Estructuralismo. Un cuerpo que se constituye como tal mientras actúa. Un bebé de apenas unas horas descubre su lengua, con sus improntas sensorio motrices, en un juego imitativo con su madre. Antes que el lenguaje, ya ha descubierto, en y por la intersubjetividad, su cuerpo. Con más precisión diríamos que lo ha conocido, conociendo.

El “cuerpo de la anatomía” es una tardía construcción conceptual. Propia de un conjunto axiomático, la geometría euclidiana. No podría ser otra cosa; el cuerpo que Leonardo y después Vesalio nos enseñaron es un derivado del cuerpo relacional, que lo incluye. Lo relacional tiende, como quedó dicho a lo erógeno. Mejor dicho, lo relacional es siempre erógeno. Hago esta distinción para afirmar que no hay tal cosa que deslinde la Fisiología del Psicoanálisis. Los conceptos de la Biología Molecular no están divorciados a las nociones del nivel psicológico social. Cada uno de los recodos de nuestra Subjetividad, si quieren decir de nuestro Aparato Psíquico, reposan en la agitación molecular de ese cuerpo indivisible. Esto para nada implica una operación de reducción de lo psicológico a lo biológico. Esta es la lógica de lo viviente, aquella que señalamos con la anotación Bio – Lógica. Sabemos que existen diferentes vías de abordaje metodológico. Freud, a nuestro entender, es absolutamente Monista Materialista. Desde el “La Afasia” hasta el “Esquema…”. Para quien quiera escucharlo, respetando su letra.

Es por eso que a veces pienso que tal vez ha sido una fortuna que el gran maestro vienés no haya escrito sobre Psicosomática. Descartando que no haya podido escribir, desde su humana condición, sobre todo lo existente. No sería justo reclamarle lo reservado a las divinidades. Pero de la exégesis moderada de su texto, uno puede inferir que Freud asumía perfectamente el pensamiento psicosomático en el sentido que hoy planteo. Que tal vez le haya parecido innecesario escribir sobre Psicosomática, toda vez que Psique y Soma están indisolublemente unidas en su obra.

También he pensado, internándome a sabiendas de que podría ser acusado de irreverente, que

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