EL NUEVO DESAFÍO DE LA EDUCACIÓN DIFERENCIAL
Enviado por Jillian • 31 de Octubre de 2018 • 2.398 Palabras (10 Páginas) • 317 Visitas
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Esto significa que los docentes se animen a cuestionar tradiciones preexistentes y se propongan diseñar y construir sus propias prácticas educativas inclusivas, que promuevan nuevos vínculos, nuevos procesos de comunicación y de decisión. La colaboración, la solidaridad, la toma de decisiones participativa y la comunicación abierta entre sus miembros son desafíos inexcusables.
Lo que nos compete a quienes trabajamos en y para la educación escolar, es someter a crítica los principios y las practicas que han configurado la capacidad de generar exclusión desde el propio sistema educativo y apostar por aquellos otros que la investigación educativa y la experiencia han demostrado que promueven realmente la inclusión y la resolución pacífica de conflictos en un marco que favorece el progreso de todos los alumnos (Sarrionandia, & Mena, 2002).
Así, el nuevo desafío de la educación diferencial es formar docentes capaces de garantizar el pleno desarrollo, la participación y el derecho a la educación de todas las personas, que en algún momento de la vida están bajo su responsabilidad, teniéndose en cuenta que el saber de un educador diferencial se va construyendo socialmente. Este desafío se logra mediante la formación y trabajo interdisciplinario con otros profesores o profesionales, ya que esto posibilita el crecimiento de todo el equipo, en el cual el dialogo es un aporte a la construcción de una mirada global y más comprensiva del trabajo profesional “…la urgencia de un trabajo transversal y fluido con otros profesores de diversos niveles, modalidades y disciplinas para asumir en conjunto el desafío de que todos y todas aprendan a partir del currículo escolar” (Manghi et al., 2012, p. 66). No será posible el cambio si no se busca recuperar los espacios de reflexión entre docentes como lugares de reconstrucción y reelaboración del conocimiento profesional y de recreación de propuestas de innovación.
El siguiente desafío es contar con profesores de educación diferencial, que tengan iniciativa, sean flexibles y proactivos, que conozcan el entorno del alumno/a, especialmente la familia, para fortalecer el trabajo con ellas y con la comunidad “…el profesor de educación diferencial del XXI deberá desarrollar su trabajo inmerso en la comunidad, comprometiéndose y favoreciendo no solo aprendizajes puntuales sino que proyectos de vida de las personas con las que trabaja” (Manghi et al., 2012, p. 59), por ello se dice que el profesional debe conocer, aceptar y respetar la realidad cultural del estudiante, pues las aspiraciones de cada uno son diversas, aunque estén inmersos en el mismo contexto. De esta manera,
La escuela en su educación formal, debe dejar pasar la cultura exterior a ella para que el niño domine las herramientas de la cultura. Eso es lo que ahora denominamos currículo flexible, dejar pasar el contexto, el entorno social, muchas veces refractario por un plan rígido de la escuela (Guajardo, 2010).
Se trata de proyectar el quehacer profesional de los educadores profesionales en concordancia con la comunidad y con los proyectos de vida de las personas con las que trabajan. Son habilidades esenciales para un educador que es posicionado como un articulador.
El tercer desafío es que el educador diferencial debe intervenir en la enseñanza para que todos aprendan, o sea, enseñar teniendo en cuenta la diversidad de ritmos y estilos de aprendizajes y pensar en realidades de aulas que tienen alumnos diferentes, con todos los cuales en paralelo hay que trabajar. Este respeto tiene que ver con el replanteo de horarios, distribución de tiempos, etc. Las personas no aprenden de la misma manera ni tienen las mismas habilidades lingüísticas, cognitivas, artísticas, etc. Por lo tanto se debe valorar la intervención especializada como una enseñanza contextualizada.
Las concepciones revelan una noción de intervención, que por una parte, se basa en lo curricular y en la diversidad en el aula y, por otra, que este concepto se encuentra en movimiento desde una intervención enfocada en el sujeto con NEE hacia los factores del contexto que obstaculizan o facilitan el desarrollo de las personas, reflejando el dinamismo en la identidad profesional (Manghi et al., 2012).
Así, para educar y promover el desarrollo pleno de los estudiantes se requiere saber, tanto las necesidades de la familia y del sujeto que se educa, como también de la comunidad escolar.
Debido a lo planteado anteriormente, la formación de profesores y profesoras se constituye en un desafío para las instituciones de educación superior y una forma de resignificar el concepto de inclusión. El docente no sólo debe concentrarse en la elaboración de herramientas técnicas que le permitan eliminar las barreras de acceso y participación de ciertos estudiantes a la educación sino analizar críticamente los propios sistemas de inclusión/exclusión como también la condición socioeconómica, formas de aprendizaje, nacionalidad, etnia, género, entre otros, que pueden repercutir en acciones de discriminación y opresión social.Del mismo modo, requiere que la formación en inclusión educativa considere los aportes de otras disciplinas y no sólo de la educación especial. La diversidad existente en cuanto a participantes del proceso educativo implica considerar el aprendizaje y la enseñanza desde distintas miradas que abordan ámbitos sociales y culturales más amplios y que requieren de una formación interdisciplinar.
La preparación de estos profesionales debe contar con instancias de formación y capacitación, tanto en etapas de la formación inicial, como en los cursos de especialización y capacitación en servicio. Deben estar habilitados para la enseñanza con conciencia de las distintas dificultades de los alumnos/as, y estar preparados para el uso de técnicas y materiales pedagógicos de apoyo para las personas con discapacidad.
La insatisfacción con que viven muchos docentes su trabajo en las escuelas obliga a pensar en la necesidad de atender a sus demandas y necesidades, si de verdad queremos que la situación de muchas escuelas experimenten un auténtico cambio (Granata, 2005).
Finalmente, se considera que es posible la idea de educar en la diversidad si se apuesta a una educación capaz de recorrer un itinerario plural y creativo, sin patrones rígidos que aprieten el trayecto y enfaticen los resultados excluyentes. En miras de avanzar hacia la coherencia entre el paradigma inclusivo y el proceso de formación propiamente tal, y alcanzar así las transformaciones necesarias para garantizar el derecho a la educación de todos y todas. Cada individuo merece un espacio en la educación, por lo tanto, no es justo que se impida
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