El Conejo. Cuento

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No sé cuánto tiempo estuvimos siguiéndolo, pero después de un rato, el conejo desapareció, y la linterna murió. Todo quedó en silencio y la noche se volvió helada. Yo no sabía en qué parte de la finca estábamos, mi mano inconscientemente prendía y apagaba la linterna en un desesperado intento de que volviera a funcionar. Luego de un rato dio resultado. El haz de luz iluminó una escena aterradora. El conejo estaba encima del cuello de un perro y alrededor de su cuerpo había un enorme charco de sangre. En un segundo el conejo dio media vuelta y lo vimos de frente: tenía los ojos rojos de un asesino, la sangre del perro manchaba todo su pelaje y antes de poder asimilarlo todo el conejo abrió su boca mostrando unos afilados colmillos, soltó un rugido descomunal y se lanzó por nosotros. Corrimos, no teníamos idea de a dónde, con ese horrible demonio persiguiéndonos, el hedor a sangre estaba impregnado en mi nariz y me provocaba nauseas. Tropecé. Y lo último que vi antes de desmayarme fue al conejo acercándose a mi cuello con los colmillos desnudos. Al día siguiente nos despertó la abuela dando palmadas y preguntando si lo pasamos bien. Durante un segundo me sentí aliviada, solo fue un sueño, pero entonces vi las caras de desconcierto y pánico de mis primos y me di cuenta de que fue real. Todos nos revisamos el cuerpo buscando heridas; nadie tenía nada. Cuando la abuela se fue, hablamos del conejo, todos recordaban haberse desmayado y haber visto lo mismo que yo poco antes, pero ahí estábamos, nunca supimos como regresamos sanos y salvos. Desde entonces me aterran los conejos.