Desafío Starbucks

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era exactamente su situación.

Amor. Respeto y dignidad. Pasión y alegría. Compasión, comunidad y responsabilidad. Autenticidad. Son las raíces de Starbucks, la fuente de su orgullo.

El café no miente. No puede mentir, sorbo es la prueba del arte –tanto técnico como humano- que ha intervenido en su creación.

A principios de 2008, el presidente deseaba que la gente volviera a enamorarse de Starbucks y esa era la razón por la que decidió cerrar todas sus tiendas.

Él tenía la convicción de perfeccionar y recobrar la pasión y el compromiso que todo trabajador de Starbucks necesita para atender a sus clientes. Hacerlo significaba dar un paso hacia atrás antes de poder dar muchos hacia adelante.

Los baristas tenían algunos malos hábitos que necesitaban corregir.

No todo salió bien, Starbucks perdió millones, algunas críticas fueron brutales, se insistía que al haber tomado esa decisión se había dañado la imagen de la empresa para siempre. Pero, ¿cómo podía estar mal invertir en su propia gente?

Cerrar sus tiendas estímulo a los empleados, ayudo a restablecer el vínculo emocional y la confianza que se habían perdido durante años. Aún había un largo camino por delante.

Mucho antes de ser el presidente de esta compañía, cuando trabajaba para ella, en un viaje de negocios por Italia, se dio cuenta que para las personas que trabajaban en cafeterías, no era un trabajo, era una pasión. Así aue volviendo de este viaje, con esa increíble experiencia, les propuso a sus jefes, por quienes sentía un tremendo respeto, crear algo similar, pero ellos compartieron su sueño.

Su convicción era tan fuerte que poco después, recopiló el dinero de inversores locales para fundar su propia empresa dedicada al café, llamada “Il Giornale”, como el principal diario de Milán. Aquel año abrió su primera tienda.

Para mantener costes laborales, el dueño junto con dos de sus compañeros, trabajaban preparando el café.

En ese mismo año escribió su primer informa a los empleados, en el que explicaba la misión de la empresa y los objetivos que esperaba alcanzar. Tenía confianza en ello porque su pasión se veía respaldada por su convicción. Il Giornale se esforzaría por ser la mejor empresa del mundo dedicada al café.

Meses más tarde, llego a estar en disposición de comprar Starbucks, la empresa para la cual había trabajado y que le causaba tanto respeto. De no haber recaudado con rapidez el dinero, la oportunidad se le habría escapado entre los dedos.

En las primeras desiciones estaba la de mantener el nombre de Il Giornale, cuyo Modelo de negocios seguirían llevando adelante, o adoptar el nombre y logo de Starbucks, el cual ya tenía la reputación de servir un café único y de gran calidad.

A los 34 años se encontraba ya con 100 empleados y el sueño de crear una marca de ámbito nacional en el dominio del café en Norteamérica, pero al mismo tiempo estaba seguro que Starbucks prosperaría no sólo por su café si no por los principios por los que se regían.