ESCAPANDO A LOS MERCADOS DE TRABAJO

3. ESCAPANDO A LOS MERCADOS DE TRABAJO

Ante las incertidumbres provocadas por el mercado, la aspiración de cualquier empresa era la de convertirse en la única compradora de mano de obra de su entorno; esto es, escapar a la competencia y edificar un mercado monopsónico de trabajo.

Como vimos en el capítulo anterior, la empresa ensayó diversas fórmulas para convertirse en la única alternativa para unos trabajadores afectados por la creciente inseguridad de sus vidas. En las haciendas tropicales, la abolición de la esclavitud no impidió que los propietarios siguieran contando con abundante mano de obra; en las grandes fábricas rurales y urbanas, el paternalismo y el control social fueron las mejores herramientas para construir mercados monopsónicos de trabajo. En Crewe, Inglaterra, el 69 por 100 de los cabeza de familia trabajaba para Grand Juntion Railway Company en la fabricación y reparación de locomotoras de vapor.

Empresas como Rio Tinto Company se ocuparon de que en su zona de influencia—unas docenas de kilómetros en torno a la gran mina onubense, no hubiera otra alternativa para subsistir que la explotación minera. Deliberadamente o no, la empresa británica se benefició del daño producido a la economía agraria por la lluvia ácida provocada por la calcinación de las piritas.

Pero los mercados monopsónicos de trabajo no sólo se formaron en el entorno de las grandes minas, plantaciones o fábricas aisladas; también se formaron en el corazón del mundo industrial europeo, en los distritos industriales, en Manchester incluso. En distritos industriales como el de Manchester, los empleadores consiguieron evitar competir por la mano de obra. La construcción de este mercado amañado fue el resultado de las conservaciones y acuerdos establecidos entre los empresarios, pero también entre empresarios y obreros mediante procedimientos más o menos formales de negociación colectiva.

En la Europa industrializada, especialmente en los secretos intensivos en mano de obra cualificada, trabajadores y empresarios resolvieron sus mutuas incertidumbres con la celebración de acuerdos, que tenían como objetivo escapar al caos del libre mercado. Mediante esos acuerdos, los empresarios perseguían obtener la fidelidad de una mano de obra propensa al absentismo, su renuncia a la rigidez salarial en los momentos difíciles, rendimientos satisfactorios y, sobre todo, regulares. Para muchos empleadores, el hecho de la negociación era ya una ventaja importante porque así evitaba que los artesanos impusieran unilateralmente el precio del trabajo. Por su parte, los trabajadores se aseguraban el empleo y la obtención de ingresos suficientes para todo el año. Unos y otros terminaron pactando fórmulas de estabilidad, remuneración y rendimientos más allá de la imposición unilateral o de la simple acción de la oferta y la demanda de mano de obra. Bases de trabajo, list of prices, resoluciones de los Conseils de Prud’homes, o de los jueces locales, comisiones o delegaciones obreras, etc. Fueron algunas de las formulas en las que se materializaron la voluntad de negociar.

Donde estas negociaciones tuvieron lugar, el mercado quedó condicionado por la aplicación de dichos acuerdos. Los acuerdos permitían a los empresarios dejar de competir por la mano de obra porque la negociación colectiva homogeneizaba los salarios oficios y categorías; por su parte, los trabajadores evitaban sorpresas desagradables en su peregrinar de una empresa a otra. Dichos acuerdos echaron las raíces de la negociación colectiva y provocaron la articulación de los mercados de trabajo en ámbito cada vez más amplios.