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Hudson Taylor

Enviado por   •  27 de Agosto de 2018  •  9.144 Palabras (37 Páginas)  •  289 Visitas

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tan contento que le era imposible guardárselo. Deseaba contarlo a alguien y decidió compartir su secreto con su hermana Amelia, le hizo prometer que no lo diría a nadie.

Los ojos de Amelia brillaron de alegría al saber lo sucedido. Ella sabía otro secreto que no contó. Todos los días había estado orando para que Hudson creyera en el Señor Jesús. Dios había contestado su oración y ella no se olvidó de darle las gracias.

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Cuando la señora Taylor, la mamá de Hudson, regresó de su visita, Hudson corrió a la puerta para recibirla y le dijo: “Madre te voy a dar una buena noticia”.

Ella le contestó: “Ya la sé y me he estado gozando de lo que me vas a decir”, y le dio un fuerte abrazo.

“¿Cómo lo supiste? ¿Te lo dijo Amelia?”

“No”, dijo la mamá sonriendo. “Hace dos semanas, un día sentí la necesidad de ir a mi cuarto para orar por ti. Dios puso en mi corazón que orara para que fueras salvo. Oré por un largo tiempo y, de repente, tuve la certeza de que Dios había contestado mi oración y le di las gracias”.

La madre de Hudson había estado orando por él cuando se hallaba leyendo el folleto. Ella estaba orando cuando él se arrodilló para recibir a Jesús como su Salvador.

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¡Qué feliz estaba Hudson ahora! Deseaba compartir con otros su felicidad; deseaba contarles cuán importante era que ellos creyeran en Jesús como su salvador también. Los domingos, después de la hora del té, él y Amelia comenzaron a ir de casa en casa para visitar a las personas que no asistían a la iglesia. Les daban folletos y les hablaban de del Señor Jesús: así Hudson comenzó a convertirse en un misionero.

Hudson amaba al Señor con todo su corazón y deseaba vivir para Él. Siempre que olvidaba de hacer lo que agrada a Jesús, o cuando hacía algo malo, se sentía arrepentido y triste. ¡Cómo deseaba hacer siempre lo bueno! Una noche, al estar orando, pidió al Señor que fuera el rey de su vida y dijo: “Señor Jesús, me entrego completamente a ti. Iré donde Tú quieras enviarme y haré todo lo que me pidas que haga si me guardas de hacer el mal”. Y le pareció que el Señor le dijo: “Entonces, ve a China a trabajar para mí”.

¡Ir a China! Eso era lo que más deseaba hacer. ¿Podía haber algo mejor que ir como misionero a un país donde sus habitantes jamás habían oído acerca del Señor Jesús?

Así que Hudson comenzó a prepararse para ir a China, ¿sabéis lo que hizo?....

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DÍA 3

El estudiante diligente

Hudson pensó: Si voy a China, no debo perder tiempo. Debo empezar a prepararme. De modo que empezó a levantarse todas las mañanas a las cinco. Diariamente estudiaba la Biblia, pues un misionero debe conocer la Palabra de Dios. Estudiaba latín, griego, hebreo y chino porque un misionero debe leer y hablar en otros idiomas. Cuando no estaba trabajando para su padre, hacía largas caminatas y ejercicios al aire libre. Estaba tratando de fortalecerse y tener buena salud. Dormía en una cama dura porque un misionero debe dormir en cualquier parte, hasta en el suelo. Después, Hudson supo que un ministro en el pueblo poseía un libro sobre China y dijo: “Tengo que aprender todo lo que pueda acerca de ese país. Iré y le pediré al ministro que por favor me preste su libro”.

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El ministro con gusto le prestó el libro a Hudson, pero le preguntó: “¿Por qué quieres leer acerca de China?”

“Porque Dios me dijo que tengo que ir allá como misionero de Él.

“Y, ¿cómo piensas llegar allá?, preguntó el ministro.

“No lo sé aún, pero confiaré en el Señor Jesús como hicieron sus discípulos cuando les envió a predicar por Él. Él me cuidará y proporcionará todo lo que necesite”.

Hudson le dio las gracias al ministro por el libro y se fue a su hogar para leerlo. Al estar leyendo, descubrió otra cosa que tenía que hacer para prepararse para ir a China. Debía aprender más que lo que su padre podía enseñarle acerca de la medicina. El libro decía que había muchísima gente pobre y enferma y deseaba poder ayudarles. Les daría medicina para sus cuerpos enfermos; y luego les hablaría de Jesús, el único que podía sanar sus corazones del pecado.

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1850, 18 años

¿Dónde podría ir para aprender más sobre medicina? ¿Quién le enseñaría? Hudson pidió a Dios que se lo mostrara y Dios contestó su oración. Un doctor cristiano, que era cirujano, necesitaba un ayudante. Se trataba del doctor Ricardo Hardey, quien aceptó tomar a Hudson como su ayudante. Así que Hudson empacó todas sus cosas y se mudó a la ciudad de Hull, para vivir y trabajar con el doctor.

Este era un doctor excelente y una persona muy agradable. Hudson estaba feliz de trabajar con él y aprender. Él no lo sabía, pero mientras trabajaba con el Dr. Hardey, iba a aprender algo mucho más importante que la medicina. Iba a aprender lo más importante que cualquier misionero debe aprender. ¿Os imagináis lo que es? Mañana lo veremos…

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DÍA 4

Toda la semana, y semana tras semana, Hudson Taylor trabajaba, estudiaba, ayudaba al ocupadísimo doctor Hardey. Estaba aprendiendo algo mucho acerca de la medicina, pero además estaba aprendiendo algo mucho más importante. Estaba aprendiendo a confiar en Jesús para todo.

Los domingos por la tarde iba al barrio más pobre de la ciudad. Iba de casa en casa para visitar a los enfermos y necesitados. Les llevaba medicinas y a los que le permitían les leía la Biblia y oraba por ellos. Distribuía folletos y, los que estaban dispuestos a escuchar, les hablaba del Salvador. Invitaba a los niños, hombres y mujeres a creer en el Señor Jesús.

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Algunas veces hombres groseros se reían de él y lo empujaban. Otros rompían los folletos que les daba y hasta se atrevían a echarle cosas. Con todo eso

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